Cómo complacer a una mujer

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

LA DIFERENCIA ENTRE AMBICIÓN Y CAPACIDAD

Un poco de la nada, nos cae el lanzamiento de esta comedia australiana diseñada para un público indudablemente adulto, pero que no llega a exhibir la madurez suficiente como para distinguirse en el panorama de estrenos actual. Cómo complacer a una mujer no se diferencia demasiado de la gran mayoría de comedias de los últimos tiempos, tanto en los cines como en las plataformas. Y ese automatismo que exhibe abarca tanto lo formal como lo narrativo y lo temático.

El film escrito y dirigido por Renée Webster se centra en Gina (Sally Phillips), una mujer que es como un manual de frustraciones: acaba de perder un trabajo que ya de por sí era bastante mediocre; en su matrimonio la pasión está totalmente ausente; y su horizonte profesional y personal es complemente gris. Su pequeño grupo de amigas es su único sostén e incluso con ellas le cuesta ser complemente abierta y honesta. Pero eso cambia cuando, por una serie de circunstancias, termina tomando el mando de una empresa de mudanzas en crisis, a la que reconvierte para que los hombres que la integran se conviertan en limpiadores de casas que también ofrecen favores sexuales a sus clientas. A partir de ahí, la vida de Gina dará vuelco, ya que esto la pondrá en contacto con otras personas y vivencias, además de obligarla a repensar sus propias circunstancias.

Hay en el recorrido del tono de la película una evolución parecida a la de su protagonista: el primer tercio es entre tímido y vacilante, como si la puesta en escena estuviera tratando de dilucidar qué decir y cómo decirlo. Recién cuando queda planteado el conflicto -con sus subtramas, enredos y malentendidos- de forma más decidida, es que Cómo complacer a una mujer avanza con mayor fluidez y encuentra sus mejores momentos. Eso no solo abarca lo que les pasa a los protagonistas -porque Gina en cierto modo es el eje de un pequeño mundo donde conviven diferentes personajes-, sino también los pasajes de comedia. Hay, por ejemplo, una secuencia que utiliza un vibrador y una bicicleta que, aunque algo obvia, no deja de ser bastante simpática y efectiva.

Claro que, si bien hay un tramo considerable del metraje donde la película parece tener en claro que su objetivo es jugar con algo de picardía con los lugares comunes que atraviesan buena parte del discurso alrededor de la sexualidad, al momento de llegar a las resoluciones, se pone un tanto ambiciosa. Por eso en los minutos finales, Cómo complacer a una mujer se la quiere dar de disruptiva y busca decir cosas “importantes” sobre la feminidad, los silencios alrededor de la satisfacción sexual de la mujer y la mirada machista. Y ahí falla por completo, porque todo lo que tiene para decir es entre obvio y esquemático, además de facilista, encima sin hacerse cargo de que su premisa no es precisamente realista u original. De ahí que, si Cómo complacer a una mujer amagaba con ser una comedia discreta pero aceptable, finalmente termina siendo simplemente fallida. A veces, solo se trata de narrar un cuentito, no de hacer bajadas de línea ideológicas.