CODA: señales del corazón

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

La segunda película de la realizadora de Tallulah (2016) fue la gran revelación del último Festival de Sundance al ganar el Gran Premio del Jurado y las distinciones a Mejor Dirección, Mejor Elenco y la que surge del voto del público. El boom por este crowd-pleaser fue tal que, luego de una ardua puja con otros streamers, Apple TV+ desembolsó la cifra récord de 25 millones de dólares para quedarse con los derechos mundiales. Ahora que llega a los cines de Argentina el público podrá apreciar si esta remake del film francés La familia Bélier (2014), de Éric Lartigau, está a la altura de semejante hype.

Ruby Rossi (la londinense Emilia Jones, toda una revelación) es una CODA (Child of Deaf Adults). En efecto, esta adolescente de 17 años es la única con la capacidad para escuchar y hablar en el ámbito de una famila de sordomudos que completan su padre Frank (Troy Kotsur), su madre Jackie (Marlee Matlin) y su hermano mayor Leo (Daniel Durant).

Los Rossi viven en Gloucester, una pequeña ciudad costera de Massachusetts, y se dedican a la pesca. Frank y Leo manejan las redes, pero quien les permite comunicarse (y negociar) con el resto es la abnegada Ruby, quien luego de tocar tierra tras una larga madrugada en altamar va corriendo desde el barco hasta el colegio secundario, donde suele quedarse dormida en plena clase. A Ruby le gusta Miles (Ferdia Walsh-Peelo) y como éste se anota en el coro, ella también se suma. Allí, el profesor de música Bernardo Villalobos (el mexicano Eugenio Derbez, pura simpatía) descubrirá que ella posee una hermosa voz y un talento único a desarrollar. Lo demás lo pueden intuir: Ruby y Miles deberán practicar juntos, mientras que ella quedará tironeada entre su vocación por el arte y su deber por ayudar a una familia que depende completamente de ella.

Esta remake de la comedia La familia Bélier (una feel-good movie que se convirtió en un fenómeno comercial con escasos precedentes en el cine francés) dosifica con precisión las distintas aristas familiares, comerciales, románticas y artísticas de la trama como quien tiene los secretos de una fórmula perfecta y sabe aplicar los distintos elementos en las dosis justas. Hablar de fórmula podría sonar a algo peyorativo, pero en el caso de la guionista y directora Siân Heder es todo un mérito.

Es cierto que por momentos la película apela a cierto costumbrismo grotesco (como el desenfreno sexual de Frank y Jackie) o a algunos lugares comunes del género romántico (las edulcoradas imágenes de Ruby y Miles nadando en el lago), pero lo que tiene de cliché y exageración queda compensado con creces por la gracia y sensibilidad del elenco, desde ese extraordinario actor que es Troy Kotsur (que parece una reencarnación de Frank Zappa) hasta la consagratoria Emilia Jones, quienes hacen magia mediante el lenguaje de señas. Ella es el corazón y el alma de una comedia que no hará historia a nivel artístico dentro del cine indie estadounidense (sí lo hizo, como quedó dicho, a nivel comercial), pero que indudablemente entretiene y emociona.