C'mon c'mon: Siempre adelante

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Lo nuevo del director y guionista Mike Mills (Beginners, 20th Century Women) es otra historia que gira alrededor de los vínculos filiales, esta vez con el foco puesto en un solitario hombre y su sobrino al que se acerca tras mucho tiempo sin verse para cuidarlo durante unos días.
Mike Mills elige el blanco y negro para viajar a través de algunas diferentes ciudades de Estados Unidos junto a su protagonista Johnny (Joaquin Phoenix), quien trabaja para la radio y se encuentra enfocado en un proyecto de entrevistas a niños y adolescentes a los cuales aborda sobre la temática compleja que es el futuro y todo lo que tiene que ver con él. Es que esas son épocas muy particulares, que nos exponen al mundo sin muchas protecciones ni conocimientos y al mismo tiempo es el momento en que, además de vulnerable, más abierto y receptivo está uno; después se sigue siendo vulnerable pero nos vamos cerrando en corazas cada vez más difíciles de atravesar.
Johnny tiene a una hermana, Viv (Gaby Hoffman), a la cual no ve prácticamente desde que murió su madre. A lo largo de la película se profundiza un poco más en qué fue lo que los distanció pero hoy, cuando ella le dice que necesita irse a buscar al padre de su hijo en otra de sus recaídas, él se dispone a cuidar de Jesse (Woody Norman), un niño poco corriente, solitario, imaginativo y con inesperadas reacciones. Aunque su trabajo consista en escucharlos, con su sobrino se dará cuenta que no es tan fácil entenderlos.
Lo que al principio parece incluso divertido, tanto para uno como para el otro, en un momento se va tensando: primero porque los días se convierten en semanas y luego por las cosas que no se dicen, por la incertidumbre por lo que vendrá, por el miedo a perder lo que se recupera. Ninguno de los dos tiene muchos amigos y su familia es un lugar tan pequeño que a veces asfixia. Encontrarse es posible pero también desencontrarse, querer salir corriendo y gritar aunque la presión en el pecho nos lo quiera impedir.
Más allá de su elegante fotografía en blanco y negro que en otro casso poddría haber resultaado artificial, el film respira mucha autenticidad gracias a recursos como las escenas de entrevistas que rozan lo documental, la banda sonora de los hermanos Dessner y en especial esas naturales interpretaciones, desde la actuación profesional y ya reconocida de un actor enorme y siempre arriesgado como lo es Joaquin Phoenix, hasta la del pequeño Woody Norman, pasando por la de Gaby Hoffmaan, actriz aún no lo suficientemente valorada pero dispuesta siempre a entregarse a sus personajes.
Así, C’mon C’mon resulta una película sencilla y encantadora que emociona y nos abre preguntas. Sobre las relaciones, sobre el modo de vincularnos, sobre la manera de salir mundo y también sobre la necesidad de expresar lo que nos pasa, ya sea a través de lo que se escribe en un cuaderno, de lo que se habla frente a un micrófono, de un llanto desconsolado o de un grito hacia el cielo. Con algo de road movie y un claro tono intimista, la conexión con sus personajes se genera con rapidez y se convierten en hermosos compañeros de este viaje.
En ese miedo al futuro y esa añoranza por el pasado y el temor a olvidarnos, aprendemos junto a sus protagonistas que planear no garantiza nada y las cosas aunque lleguen a cumplirse lo van a hacer a su propio modo porque todo resulta incierto e impredecible. Así que sólo resta seguir, seguir adelante.