Cine de pueblo, una historia itinerante

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

En 2009, el director José Martínez Suárez volvió a su Villa Cañás natal con motivo de una muestra de cine itinerante, para que chicos de escuela primaría puedan disfrutar en pantalla grande –y en el reabierto cine del pueblo- de películas y cortos animados. No será una parada más de esta muestra, ya que el reencuentro con lugares y personas de su infancia invitarán a recordar grandes momentos de la niñez, cuando ya comenzaba su amor por el séptimo arte.

Sin duda, el homenaje cinematográfico definitivo a Martínez Suárez. Mientras retoma, por unos días, los lazos con amigos y vecinos de aquellas épocas de inocencia y de sueños, una muy tierna entrevista por parte de alumnas, que José responde con la sinceridad y el buen humor que ya son su marca registrada. Por supuesto, También hay fragmentos y detalles de las filmaciones de las cinco películas que dirigió: El crack, Dar la cara, Los chantas, Los muchachos de antes no usaban arsénico y Noches sin lunas ni soles; películas que aunaban una impronta clásica, propia del período dorado del cine argentina –en el que M.S. se formó detrás de cámara- y el estilo de la Generación del ’60, que abandonaba las filmaciones en estudios para salir a las calles. Lo acompañan en este emotivo regreso los directores Mario Sábato y Cristian Bernard.

Tan accesible y cálido como la figura a la que está dedicada, Cine de pueblo, una historia itinerante permite descubrir el lado más íntimo y creativo de un artista cuyo talento y humildad son un ejemplo para las nuevas generaciones.