Cicatrices

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La apropiación o venta de bebés recién nacidos tiene una trágica historia en la Argentina. Cicatrices transcurre a miles de kilómetros de aquí, en Serbia. Y el dolor es el mismo.

Stefan, como habían decidido llamarlo, nació en medio de la Guerra de Kosovo, un dato que la película de Miroslav Terzic no informa. Es que el director no es que dé por sentado nada, pero prefiere reforzar la narración en imágenes que con palabras.

No son muchos los diálogos ni parlamentos. Vean sino la escena en la que Ana, la madre, está hoy sentada a la mesa con una torta con una velita encendida, y corta tajadas, una para su marido, otra para su hija. No hace falta explicar nada, aunque esa escena sea prácticamente al comienzo de la proyección.

Y luego apenas se menciona que Stefan nació en 1998, en un hospital en Belgrado, la capital serbia. Desde el día en que a Ana le informaron que había nacido muerto, ella descree que haya nacido muerto, o con una malformación.

Hay una asociación que nuclea a madres y familiares de cerca de 500 bebes desaparecidos en Serbia, que vuelve a contactar a esta costurera de clase media, que viaja en transporte público. No porque tengan novedades, sino porque la lucha y la batalla por saber la verdad no se apaga. Ana no sabe si Stefan murió o fue vendido, porque nunca le dieron su cuerpito, y no sabe dónde está enterrado.

“¿Qué es lo que querés?” le preguntan. “La verdad” es su tajante y lacónica respuesta.

Ana en un momento no siente que cuenta con el apoyo familiar. Ni su esposo, ni su hija, ni su hermana. “Solo te preocupa tu hijo muerto”, le reprocha Ivana, su hija. ¿No quieren saber qué pasó con el bebé?

Las incongruencias en las actas de nacimiento y de defunción de bebés, sumado a la escasa diligencia de la policía o la Justicia hacen que los intentos de Ana, que no tiene amigas, que parece tener una vida apagada, sin sonrisas, fuerte, decidida, no hayan cesado nunca.

Cicatrices casi no tiene música incidental. Se refuerza, de esa manera, la idea de potenciar lo que se ve, como decíamos, más que lo que se escucha.

Esa actuación
Y es entonces en la actuación de Snezana Bogdanovic, que vio recompensado su trabajo en varios festivales, donde recae el mayor peso. El de la historia, el de los primeros planos, el de desandar esta historia con matices sin reforzar nada.

Es sinceramente un logro que una película sobre un tema tan difícil y arduo no caiga en simplismos ni discursos altisonantes. La información se va revelando de a poco al público, que entra a la trama como si estuviera dentro de esa casa. Sin subestimar al espectador, como que la mirada y el centro de atención están en esa madre y su entorno, que llevan adelante esta búsqueda implacable, a la que los años no la han deteriorado nada.