Chéri

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Las vueltas de la vida...

Stephen Frears vuelve a dirigir a Michelle Pfeiffer, tras “Relaciones peligrosas”.

Nada conduce al amor. Es el amor el que se arroja en tu camino.” Tal era el pensamiento de Colette (1873-1954), de cuyas novelas se nutrió Christopher Hampton para escribir el libreto de Chéri , nueva asociación tripartita entre el guionista portugués, el realizador inglés Stephen Frears y la estrella californiana Michelle Pfeiffer luego de Relaciones peligrosas (1988).

El personaje del titulo no es el que interpreta la actriz de Los fabulosos Baker Boys . Por más que vista con elegancia en una Francia apenas posterior a la que vivió en la Nueva York de La Edad de la inocencia , Pfeiffer juega de nuevo a la amante. Claro que está mayorcita, y si como ex cortesana decide iniciar en el amor a Chéri (Rupert Friend), hijo de 19 años de una ex colega (Kathy Bates), nunca había caído en el mayor problema que tenían las prostitutas de entonces: enamorarse.

Las diferencias de edad no serán un problema para nadie y tras seis años de buena vida, la mamá de Chéri decide que ya es hora de que su nene le dé nietos. No con Lea de Lonval, sino con una joven. Así que arregla el matrimonio por conveniencia sin importarle la ídem de Chéri y menos la de su amiga.

Pfeiffer luce radiante en sus 50, y no sólo por el vestuario diseñado por la irlandesa Consolata Boyle ( La reina , del propio Frears, quien relata en off). Esos ojos tan celestes, los labios entremordidos y su sensualidad innata hacen que valga la pena seguir mirando la pantalla cuando Frears y Hampton se preocupan más por dotar de diálogos a un relato que pide más concentración, menos dispersión y mucho, mucho más contenido que un paseo por los interiores de un París o un Biarritz de esplendor.

Frears ha sabido ser sarcástico y molestar a los pensamientos más conservadores, sobre todo con sus primeras películas allá por los ’80, cuando dejó la TV y filmó Ropa limpia, negocios sucios , Susurros en tus oídos o Sammie y Rosie van a la cama . No hay visos de la genialidad de La reina , y sí un director contemplativo, pero más que observador, un curioso ante lo que el relato muestra.