César debe morir

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Si a uno le dicen que va a ver una película sobre presos que hacen una versión teatral de un clásico de Shakespeare, seguramente no se entusiasmará demasiado. Si encima, le cuentan que la mayor parte del film transcurre en blanco y negro, menos. Y si para los tiempos que corren, te informan que los directores son octogenarios, ya está.
No hay manera en que te imagines que "César debe morir" es un peliculón de aquellos.
Pero lo es. Una cátedra de cine.
Hay muchos abordajes posibles para esta propuesta de los legendarios Taviani brothers.
Lo primero que hay que hacer, es graficar el encuadre elegido: una prisión de máxima seguridad, convictos purgando penas muy graves y un taller de teatro preparatorio para una muestra con público. La propuesta, un clásico drama de la vieja escuela (Julius Cesare), de uno de los popes de la dramaturgia universal. Lo novedoso, que ese proceso, desde el casting mismo inicial, será registrado por los directores in situ, así como también el recorrido de ensayos de la obra, realizados en el mismo presidio y bajo la atenta mirada de los guardias de seguridad...
¿Por qué desestructura e impacta al espectador?
Primero, porque es una narración ideológicamente comprometida, fuerte y está estupendamente actuada. El elenco de la obra está integrado por delicuentes peligrosos, de la camorra incluso, y tienen marcado en el rostro, su historia, que extrañamente se funde con la complejidad de los personajes que encarnan.
La historia es la de un crimen. Julio César, máxima autoridad del imperio romano, es asesinado en una conspiración tramada desde el corazón mismo de su séquito. Una disputa de poder, egos y traición, ideal para este grupo de hombres, familiarizados con tales emociones (aventuro).
Luego de un tremendo cast, comienzan los ensayos, y les anticipo, pocas veces me he conmovido tanto en una sala. Los mismos tienen lugar en diversos rincones de la penitenciaría, con el resto de los presos, actuando como coro y participando con su mirada, gritos y presencia, bajo el control de hombres armados. Lo que superficialmente parece un entusiasta grupo de personas llevando adelante una obra clásica, se transforma en una alegato de cómo el arte, puede llevar luz, donde no hay otra cosa que sombras y oscuridad.
Cada uno de los protagonistas serán afectados por la experiencia y dejarán también sus impresiones a la cámara de los Taviani... Sí, el poder sanador y liberador de la creación llega y se hace cuerpo, al actuar. Lo vemos. Se respira en el aire.
La prisión se desdibuja y en el instante que ellos presenten su obra, serán libres en sus mentes y corazones. Les anticipo, esa energía, la van a sentir en la butaca. Los directores logran un crossover increíble entre teatro y documental como pocas veces ví.
No se la pierdan. Realmente, es única. Y busquen una sala en que puedan verla en pantalla grande, su visión, en ese formato, amplifica la fuerza del relato.
Sobresaliente.