César debe morir

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

El arte como liberador

Reclusos ensayan “Julio César” en este sugestivo filme.

“Desde que me familiaricé con el arte esta celda se ha vuelto una prisión”. El que habla, desde esa celda en el ala de máxima seguridad de la cárcel de Rebibbia, en Roma, es uno de los reclusos que participa en un taller de teatro. El y otros compañeros ensayan Julio César, de William Shakespeare, para presentar a un público que colmará la sala, en este filme de los hermanos Taviani en el que confluyen las parábolas y los acercamientos entre la vida de los presos y los vericuetos de la obra shakespeareana.

Los octogenarios realizadores, que en sus mejores tiempos nos brindaron clásicos como Padre padrone y La noche de San Lorenzo, se instalaron en la cárcel y siguieron el casting, los ensayos y la vida doméstica en prisión, hasta desembocar en la interpretación de la obra ante invitados.

Así, en César debe morir convergen la ficción y el documental. Con suerte dispar, ya que cuando los presos interpretan -sin ser actores- los personajes de Julio César (Julio César, Cassio, Bruto, Marco Antonio, Decio, Lucio) parecen mucho más naturales que cuando deben “hacer” de sí mismos.

Esta suerte de experimentación de los Taviani, claramente, permite por elevación hablar, a la vez, de las libertades colectivas. En definitiva, César debe morir es una adaptación de la obra, ciñéndose a los diálogos en otras circunstancias, pero el tema del poder y de la amistad están allí, siempre en primer plano.

Quizá no hiciera falta en la presentación de los protagonistas citar qué condena están cumpliendo. ¿Importa la sentencia -los hay con sentencia a cadena perpetua, por tráfico de drogas, crimen organizado y asesinato, uno de ellos nacido en Buenos Aires, otro, luego de su liberación, se transformó en actor- o la acusación, a la hora de adentrarse en la trama del filme? Si uno ingresa a la sala unos minutos más tarde, la disfrutará igual, sin saber quién cometió varios crímenes.

Los Taviani filmaron en blanco y negro la elección del elenco, los ensayos -manteniendo los distintos dialectos- y viran al color recién en la representación final de la obra. Como una manera de develar el contenido, el resultado.

La prisión es representada como una gran sala de ensayo: metáfora social sobre la que se esgrime este sugestivo filme, premiado con el Oso de Oro en el Festival de Berlín el año pasado.