César debe morir

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Shakespeare para todos

Los hermanos Taviani ya tienen más de ochenta años pero siguen haciendo películas originales, lejos de las fórmulas y de cierta domesticación proveniente de Estados Unidos que padece el cine europeo.

César debe morir tal vez no tenga la potencia de sus mejores títulos (Kaos; Padre padrone; La noche de San Lorenzo; Las afinidades electivas) pero presenta una suma de riesgos estéticos y temáticos más que sorprendentes en los hermanos ya octogenarios. En una prisión de las afueras de Roma un grupo de presos de alta peligrosidad, algunos condenados a cadena perpetua, con las sugerencias de por medio de un director de teatro, construye, ensaya, analiza y traslada al escenario de la cárcel la obra Julio César de William Shakespeare. El pretexto es ese y resulta más que suficiente para que los directores de El sol sale también de noche exploren en cada uno de los rincones de la prisión, haciendo fusionar el ambiente "real" (la cárcel) con la representación de la obra. No son necesarias ni togas, sandalias y túnicas para escarbar en los alcances de una obra vigorosa debido a su eterna vigencia. Los "presos pesados" del lugar actúan con su ropa de todos los días y hasta se animan a discutir las idas y vueltas del libro. Con notables momentos donde los pasillos y rejas de por medio del lugar transmiten una asfixia insoportable, y valiéndose de sus personajes reconocibles (Julio César, Casio, Bruto, Marco Antonio), interpretados por un grupo de no-actores procedentes de la mafia y la camorra, los Taviani organizan un pequeño y gran film de cámara en un espacio casi único, recorrido por personajes de ficción y, al mismo tiempo, auténticos asesinos y delincuentes. Shakespeare y la mafia italiana que se hace entender a través diversos dialectos: la fórmula perfecta.