Castanha

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Detalle de familia

Los personajes que Davi Pretto retrata en Castanha (2014) no necesitan presentación, porque en apenas dos imágenes iniciales ya podemos conocer sus deseos, sueños y anhelos más profundos. La película habla de una familia que en medio de sus rutinas intenta ocuparse del otro y a su vez lastimarse sin reparo, reprocharse y luego volverse a amar.

Joao es un bohemio artista de la noche, que travestido de mujer suma horas animando espectáculos de segunda línea en cabarets con mala reputación. En la noche se siente libre y la aprovecha para olvidar su presente solitario y enfermo (tiene HIV) con extraños. Habita un pequeño departamento junto a su madre, Celina, una mujer entrada en años, cansada, doblada por el tiempo, quien se desvive, a pesar de los reproches de Joao, por su nieto Marcelo, un joven drogadicto a quien ayuda diariamente en la calle. Entre los tres se arma una dinámica enfermiza, en la que nadie termina por comprender a nadie, y solo en la entrega cotidiana de los quehaceres es como encuentran una actividad para poder tener una razón para existir.

Pretto se introduce de lleno y sin concesión en la familia para mostrarnos sin elipsis los descansos, la preparación de los cuerpos, sus efímeras tareas, tan significantes a la vez para ellos. Los planos cercanos y los close ups además afirman la necesidad de intimar con los protagonistas, algo necesario para poder comprender una estructura vincular que pende de un hilo y que en la agresión externa resignifican el escudo necesario para subsistir.

Nada en la pantalla es azaroso. Ningún exceso de Joao es puesto para juzgarlo, porque justamente Pretto solo expone, no ubica su lente para bajar línea, solo para acompañar y enseñar circunstancialmente la vida de Joao y Celina.

El mayor logro de Castanha es poder a partir de lo micro universalizar con imágenes las relaciones en el presente, un sinfín de vínculos inconexos que solo en la inmediatez encuentran placer.