Casa vampiro

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Sangre, sudor... y risas

No es la primera vez que se hace una comedia de vampiros, pero esta modesta producción neozelandesa tiene sus hallazgos particulares con una historia ambientada en la Wellington actual que trabaja sobre anacronismos y citas que van desde la vieja Drácula hasta las reciente Crepúsculo.

Entre Vamps, de Amy Heckerling, y los films de Edgar Wright y Simon Pegg tipo Muertos de risa, esta película coescrita, codirigida y coprotagonizada por Taika Waititi y Jemaine Clement (Flight of the Conchords) es un falso documental con espíritu de reality-show (los realizadores son “invitados” a filmar la intimidad de los protagonistas) que nos presenta a un grupo de vampiros (el más joven de “apenas” 183 años y el más viejo, con su look Nosferatu, de 8.000, aunque todos se comportan como adolescentes) que comparten una decadente casa y por las noches salen a tener algunas aventuras que van desde entrar a un boliche o intentar alguna aventura sexual.

Los protagonistas son muy distintos: está el romántico, el rebelde, el tímido y el recién llegado que debe aprender el métier en una descripción con toques homoeróticos, explosiones gore que remiten a los primeros films de su compatriota Peter Jackson y escenas en las que, por ejemplo, luchan con hombres lobos. No todas las situaciones son igual de inspiradas, creativas y simpáticas, pero se trata de una verdadera rareza por origen, por tono y por búsquedas. Vale la pena, entonces, arriesgarse y entrar por un rato a esta delirante Casa vampiro.