Casa grande

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

El esfuerzo de Felipe Barbosa en “Casa Grande” (Brasil, 2014) por lograr un fresco intenso sobre la problemática social y las diferencias de clases en su país es tan grande que termina por naturalizar algo que podría haber sido artificial.
En la película el escenario principal es una vivienda ostentosa que claramente contrasta con la realidad de los vínculos que fuera de ella se forman y sobre los que intenta mantenerse alejada.
Jean (Thales Cavalcanti) es el único que al menos intenta estar informado y poder convivir con la realidad de otra manera, debatiéndose entre la obligación de mantener relaciones en un cabaret obligado por su padre (Marcello Novaes) y de intentar buscar el acercamiento a su empleada doméstica Sonia y Liza (Bruna Amaya).
Su madre también (Suzana Pires) también vive alejada de lo que pasa realmente en Brasil y cree que en el contacto diario con sus empleadas podrá al menos acercarse a una otredad que de alguna manera la complementa.
Barbosa bucea en lo íntimo de la familia para hablar de no sólo el estado de crisis y desigualdad de clases, sino que también abre el juego para poder comprender que no importa el dinero a la hora de generar conciencia de clase.
Un debate planteado a través de escenas incómodas en las que la cámara sólo registra momentos de acercamiento para librar a la imaginación de los actores su prosémica y así también complementar.
Porque en cada escena en la que Jean (Cavalcanti) intenta desapegarse de los duros esquemas familiares y, principalmente, los prejuicios de clase, se vislumbra una toma de posición clara por aquellos que menos poseen materialmente, pero que son aquellos a los que el joven decide seguir y escuchar.
El fuerte adoctrinamiento desde lo verbal de la familia, comenzando con una madre que intenta hablar todo el tiempo de moral cuando dentro de esa “Casa Grande” las escenas de corrupción y, principalmente, de especulación financiera, se multiplican, y de un padre (Novaes, que sorprende con una soberbia actuación completamente diferente a las que viene haciendo en novelas) que no sabe cómo enfrentar un posible cambio de estado social.
La película deambula entre la denuncia social y el documento de una realidad que muchas veces se escapa en el cine, y que en el caso de Brasil está mucho más ligado a la televisión, en donde a través de estereotipos bien marcados, la grieta entre los ricos y los pobres es mostrada en narraciones reiterativas y ligadas al discurso amoroso.
En el caso de “Casa Grande” la incongruencia de estilos de vida, como así también la imposibilidad de movilidad social, son el material sobre el que se cuenta la historia de Jean, tan repartido entre ambos estamentos que siente la imperiosa necesidad de escoger uno de ellos para su vida.