Cartas para Jenny

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Crítica Digital

Mamá lo sabe todo

Es rara Cartas para Jenny. Rara no porque lo que narre sea algo fuera de lo común, sino porque parece de otra época y otro arte diferente del cine. De hecho, tanto su trama como su forma remiten más a la telenovela (a una telenovela desfasada en el tiempo, a una telenovela a lo sumo de los años 80) que a un film de estos días. El espectador puede sospechar si la saturación de elementos dramáticos no responde a alguna clase de autoconciencia, incluso a alguna leve, reposada ironía. Pero no hay indicios de que tal cosa suceda. Así, la saturación de desgracias termina pareciendo tan arbitraria como el gag alocado en un film paródico del montón: apenas una fórmula que no se encarna en los personajes.

A Jenny, la protagonista, le pasa más o menos de todo. Queda huérfana de madre, pero en realidad no del todo: la señora, previsora como buena idische mame, ha dejado a la protagonista una carta para cada momento clave de la vida. Algunos se le amontonan: queda embarazada antes de casarse y el novio la abandona, por ejemplo. Y no es lo peor que le pasa, pero mamá lo sabe todo. Esos momentos, esas cartas, son lecciones de vida que rompen constantemente con el film. Como si la protagonista fuera uno de esos muñecos que se utilizan para la simulación de accidentes, el film acumula sobre ella cosas malas para que aprendamos (los espectadores, guiados por un epistolario que parece más bien un libro de autoayuda) cómo salir de tal o cual atolladero. Por supuesto que Jenny lo logra a su manera.

Musiak no es un mal director: en su primer film, Fotos del alma (1995), había mostrado una sensibilidad y, sobre todo, un uso concreto de la distancia para mostrar una situación dramática que emocionaba sin necesidad de cargar las tintas. O bien ya no confía en el espectador, o bien aquello fue un espejismo: Cartas... es todo lo contrario; a tal punto la acumulación de tristezas es evidente que obliga a pensar que hay algo más, aunque no sea –desgraciadamente– así. Una apuesta a la saturación que termina causando, por eso mismo, indiferencia.