Carol

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Sobre un amor difícil, pero no imposible

Como si se tratara de un homenaje a la primera adaptación al cine de una novela de Patricia Highsmith (Extraños en un tren, Alfred Hitchcock, 1951), Carol comienza con el sonido de un tren. Pero esta adaptación de Highsmith no es sobre muertes, sino sobre una historia de amor: no un romance veloz, sino un enamoramiento progresivo y profundo entre dos mujeres en la Nueva York de la década del 50. Una es Carol (Cate Blanchett) y la otra Therese (Rooney Mara), de diferentes edades y diferentes clases sociales.

Esta historia es relatada por uno de los directores clave del cine contemporáneo: Todd Haynes, alguien que ha sabido construir una carrera de brillante eclecticismo, pero que ha sabido destacarse especialmente en dos líneas: la rockera (Velvet Goldmine, I'm not There) y el melodrama (Lejos del paraíso, aunque también Safe era a su modo un melodrama austero y moderno). Ahora, con Carol, vuelve a la inspiración sirkiana (por Douglas Sirk) como en Lejos del paraíso, pero, otra vez, agrega su mirada confiada y que confía en el espectador, su mirada que sabe hacer cine contemporáneo porque sabe releer el clásico y no simplemente citarlo. Un ejemplo de este procedimiento: la música de Carter Burwell habitual colaborador de los hermanos Coen es tan tenue como íntima, e inmediatamente reconocible a la segunda vez que aparece el leitmotiv: es una utilización clásica de la banda sonora, cero disruptiva, pero con una instrumentación que no se encuentra en los melodramas de los años 50 de Hollywood. Lo mismo sucede con la fotografía de Edward Lachman, de un esplendor en el color y en el brillo que obtuvo gracias a rodar en fílmico (en súper 16 mm). La luz y el impresionante diseño de producción nos llevan a los años 50, pero a unos 50 texturados desde el presente, adorados desde el amor de Haynes, un sentimiento que en su caso no abandona jamás la reflexión. En esa mezcla pasional e intelectual reside la parte de la sabiduría de Haynes: Haynes sabe, y sabe explotar ese tiempo del enamoramiento, un tiempo de prueba, de resiliencia, porque Therese debe conocer a Carol y también enfrentarse de forma temprana a sus problemas familiares.

La primera mitad es un tiempo estratégico de la película, en la que Haynes construye los sentimientos hasta hacerlos emerger cada vez más y con ineludible proximidad en el segundo tramo. Su mano maestra para este manejo se sostiene, además, en el sublime trabajo de sus protagonistas (el de Rooney Mara no es un rol secundario, como creen en el mundo del Oscar), de las que si solamente viéramos sus ojos Haynes sabe también destacar las miradas ya entenderíamos sus pasiones.

Carol es una de esas películas de apariencia inicial distante que sin que nos demos cuenta nos involucra en otra época, en otro contexto ese en el cual Patricia Highsmith tuvo que publicar su novela con seudónimo y nos ubica en medio de esta historia de amor que se sabe difícil, pero no imposible. Que se sabe, y con orgullo, esplendorosa, certeramente cinematográfica.