Carancho

Crítica de Javier Porta Fouz - HiperCrítico

Atrapados sin salida

En algún momento, Carancho se iba a llamar “Las heridas”, un título menos atractivo pero que le calzaba perfectamente a esta gran película que explora varios infiernos cotidianos del conurbano bonaerense y las marcas profundas, graves o mortales, que esos infiernos dejan en cuerpos y almas.

1. Carancho: accidentes viales, abogados corruptos, caranchos que merodean la desgracia, policías corruptos, médicos corruptos; trabajos imposibles de realizar sin salir herido, deteriorado. Argentina, país extraordinaria y lamentablemente pródigo en muertes por accidentes (en realidad, más que accidentes, hechos provocados por múltiples violaciones de normas y faltas de respeto por el otro).

2. Cine de Trapero: es un cine nacional en el más cabal sentido del término, un cine que explora la Argentina y algunos de sus temas. De San Justo a la Patagonia en Mundo Grúa (la falta de trabajo, el fin de no pocas perspectivas de inserción social para una generación de hombres mayores en los noventa). Del norte al conurbano en El bonaerense (no sólo la corrupción policial sino el fin del trabajo como posibilidad de orgullo profesional); Familia rodante y Nacido y criado, una del conurbano hacia el norte, otra de Buenos Aires hacia el sur (sus dos películas más fallidas y temáticamente menos consistentes). Leonera, de Buenos Aires hacia el norte (la maternidad bajo presión, bajo violencia; la justicia, las cárceles).

3. Carancho: Por primera vez en una película de Trapero, no se viaja, en Carancho se permanece en el último círculo del infierno, no se puede salir de la grisalla de San Justo; no se puede salir de la red de corrupción (una de las formas más tremendas y perdurables de la idiotez). Los trayectos más mostrados en la película son a través de deteriorados pasillos de hospitales, o por calles horriblemente adornadas con hierros retorcidos y cuerpos sangrantes. Hay también simbólicos trayectos de descenso, ascensores que vemos bajar pero no subir.

4. Cine de Trapero: uno de los musicalizadores más notables y vigorosos del cine argentino (salvo en algunos tramos de Familia rodante), Trapero comienza varias de sus películas musicalmente, con una energía a la que no todo el cine nacional se le anima: el comienzo de Nacido y criado con “Sangre” de Palo Pandolfo; el comienzo de Leonera con “Ora Bolas” en versión de Claudia Gaviria y Tita Maya; el clamoroso inicio de Carancho con el acordeón del Chango Spasiuk y el cajón peruano y la batería de Chacho Ruiz Guiñazú del hermoso tema “Misiones”, del disco de Spasiuk Chamamé crudo. Mientras el acordeón de Spasiuk y el violín de Pablo López parecen querer despegarse del suelo, la percusión clava con fuerza la música en el piso, en la realidad.

5. Carancho: así, en los primeros minutos, Sosa (Ricardo Darín) está en el piso, golpeado, y Luján (Martina Gusmán) se inyecta drogas calmantes en el pie. Los golpes tiran al piso, las agujas clavan al piso, no se sale de ese conurbano infernal, en el que las buenas intenciones (por tardías y atolondradas que sean) son barridas por una corrupción endémica, penetrante, tan inasible para contener como concreta y brutal para golpear.

6. Carancho: con sus simetrías, sus nudos de sentido, sus reenvíos, es una película que sigue trabajando en la inteligencia y las emociones del espectador después de terminada. Por ejemplo, la suerte de Sosa depende, para su profesión y para unirse a Luján, de que varios coches pasen semáforos en rojo; más tarde, la suerte de Sosa ?y de Luján? dependerá de que los demás respeten los semáforos. Como toda gran película, Carancho no tiene solamente un argumento sino una trama, una red de sentido en la que se tensan las conexiones que el espectador debe descubrir.

7. Carancho: habrá que seguir hablando de Carancho, entre otras cosas de su cercanía con los personajes mediante una cámara pegada a la piel, y de sus planos generales que cortan esa cercanía y que reenvían a la realidad del cemento y los deterioros varios.