Candyman

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Bienvenidos a la nueva versión que expande la mitología terrorífica conocida como “Candyman”. Pero, primero, hagamos un poco de historia: “Candyman”, hizo su aparición allá por el año 1992, mediante una película protagonizada por Virginia Madsen y Tony Todd, basada en la novela homónima de Clive Barker. Luego, le siguieron las menos logradas secuelas “Candyman: Farewell to the Flesh” (1995) y “Candyman 3: Day of the Dead” (1999), conformando los peldaños de la saga. Intentando reverdecer viejos laureles, el fenómeno de horror llevado a las últimas consecuencias desata nuevos eventos paranormales. Tras el orquestado del film se encuentra el emergente maestro del terror Jordan Peele (“Get Out”, “Us”), quien se coloca en el rol de productor. Interrumpe el sueño de la criatura dos décadas después, con la firme intención explícita de utilizar un discurso social contundente a través de la apropiación del género.

Para ello, el relato fílmico conocido se vale de elementos clásicos; y la resultante no exhibe demasiada destreza: el manifiesto panfletario como crítica sociopolítica nos deja con un sabor amargo. La nueva encarnación de “Candyman” se inscribe con trazo grueso. Por otra parte, existe una pérdida de características del personaje principal que diera vida al producto, tres décadas atrás. Evaluamos cierta falta de organicidad en esta secuela directa de la cinta original, una película de culto cuyo legado se difumina, tanto como la sombra reflejada en los espejos que la directora Nia Da Costa insiste en repetir, como remanido recurso. La corrección política impostada desde la dupla creativa afroamericana resiente las intenciones por infundir auténtico pavor a la otra temida leyenda urbana. Ni repetir el nombre cinco veces podrá convencernos. Pero, a ver…probemos.