Camino a la redención

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

Corazón clandestino

A pesar de ser el quinto relato coral consecutivo del mexicano Guillermo Arriaga, Camino a la redención (The Burning Plain, 2008) es un más que loable ejercicio de estilo por parte de un guionista singular que en esta ocasión ha decidido probar suerte en la silla de director. Recordemos para el caso su colaboración con Tommy Lee Jones, Los tres entierros de Melquíades Estrada (The Three Burials of Melquíades Estrada, 2005), y la trilogía de films realizada en sociedad con su compatriota Alejandro González Iñárritu; integrada por Amores Perros (2000), 21 Gramos (21 Grams, 2003) y Babel (2006).
Nuevamente la estructura dividida, los saltos temporales, el ritmo contenido, los personajes taciturnos y una tensión distante vuelven a ser los elementos centrales de una trama no tan ambiciosa como parece a simple vista. Sin adelantar más de la cuenta podemos decir que tres coyunturas se entrelazan a pura sutileza: el tormentoso pasado de Sylvia (Charlize Theron) la conduce a la promiscuidad, Mariana (Jennifer Lawrence) se sobrepone a la muerte de su madre al tiempo que inicia una relación con un joven y Gina (Kim Basinger) mantiene una aventura clandestina en un remolque abandonado, bien lejos de su familia.
Existen dos vías de análisis en lo que respecta a la obra de Arriaga, la existencialista y la melodramática. Por supuesto que la primera es “la oficial”, la asumida a conciencia por el cineasta: los cuestionamientos a la moral hipócrita y el retrato minimalista de las contradicciones posmodernas son ingredientes bienvenidos pero ya no causan sorpresa (la originalidad desapareció aunque no hay agotamiento discursivo). Sin lugar a dudas la vertiente melodramática genera mayor satisfacción porque permite distinguir el talento y profesionalidad no sólo del responsable máximo sino también del elenco en su conjunto.
A decir verdad la historia gira en torno al personaje de Charlize Theron, aquí por suerte a la altura de las circunstancias. Los conflictos cruzados, la impotencia provocada por múltiples pérdidas y un perdón siempre escurridizo son las estaciones de una película que administra sabiamente idas y vueltas narrativas. El rico trasfondo social regresa en la forma de una clase media estadounidense solipsista, una burguesía rural estancada y la infaltable comunidad de inmigrantes mexicanos. Por más que la recurrencia temática juega un poco en contra, hoy casi nadie entrega paisajes del corazón con la naturalidad serena de Arriaga.