Caminando entre tumbas

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Hay veces que importa más el cómo que el qué se cuenta en una película, y cuando un filme que relata por enésima vez algo ya visto, se esfuerza por encontrar su identidad y singularidad su narrativa, el acontecimiento cinematográfico logra trascender hacia un lugar inesperado y lleno de gratificación para el espectador.
"Caminando entre tumbas" (USA, 2014) de Scott Frank, adaptación de la historia creada por Lawrence Block, no solo bucea en la sordidez de un submundo en el que nadie tiene definido de manera estática su clasificación (buenos buenos/malos malos) en el mapa general de estereotipos del género, sino que eleva a su protagonista a un lugar potenciador de todo aquello que por sí solo venia consiguiendo como héroe de películas de acción.
Liam Neeson es Matt Scudder y a su vez totaliza la atención de cada fotograma en los que su interpretación y personaje aparecen en la pantalla, más allá de la cuidada presentación del resto de los involucrados en la historia.
Neeson logra con cada palabra que enuncia y cada mirada hacia el resto de sus compañeros una lección de comprensión acerca del mundo en el que de a poco se va perdiendo.
Poco importa si la trama (con un aire a "8 milímetros"), simple, en la que un investigador privado (en realidad función que ejerce por un hecho del pasado que lo alejo de las fuerzas policiales) deberá lidiar con otras subtramas que irán apareciendo a medida que el caso de muerte y desaparición de la mujer de un narcotraficante avance.
A Scudder (Neeson) lo contrata un joven adinerado con una riqueza que se origina en negocios clandestinos, por lo que su avance también dependerá de pequeños hechos que no hacen más que complicar la tarea de encontrar a los asesinos de la joven asesinada.
Las capas de indicios de “Caminando entre tumbas” son cada vez más profundas y Scudder se hunde en esa historia con la latencia de su pasado, que en forma de flashback resurge en momentos inesperados y generando disrupción en el relato.
La noche como escenario de acción y planteo narrativo porque posibilita el escondite y la clandestinidad, algo a lo que Scudder está acostumbrado.
Hacia el final un dejo moralista en el que se intenta conciliar el pasado con el presente del protagonista y que no termina por dar el cierre ideal para esta historia de perdedores en los que subyace una clara intención por presentar sin juzgar a los personajes (excepto en este final, claro está)
"Caminando entre tumbas" demuestra que cuando se cuenta con recursos, pero principalmente con un gran actor, el qué pasa a un segundo lugar y el cómo trasciende todo. Efectiva.