Calles de la memoria

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Hay películas que nacen con grandes ambiciones y luego lucen empequeñecidas a la hora de apreciar su resultado final. Y hay otras, como es el caso de Calles de la memoria , que tienen un nacimiento casi fortuito y una producción más que modesta, pero que terminan con alcances mayúsculos.

Lo que aquí comenzó como un ejercicio de carácter eminentemente pedagógico se constituye en un inteligente ensayo -pletórico de contradicciones y matices, lejos de la bajada de línea y los fanatismos tan en boga por estos días- sobre la construcción de la memoria, sobre esos puentes que se tienden entre pasado y presente, entre los militantes de ayer y los de hoy.

A partir de un trabajo grupal en el ámbito de un taller con documentalistas iberoamericanos, la celebrada directora Carmen Guarini (objeto por estos días de una retrospectiva de su filmografía en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín para acompañar este estreno) y sus alumnos/colaboradores registran el proyecto de Barrios x Memoria y Justicia, una muy activa asociación de vecinos de Almagro y Balvanera que instalan en esos y otros barrios porteños baldosas con inscripciones alusivas al terrorismo de Estado durante la última dictadura.

Los realizadores consultan a los vecinos sobre el mayor o menor interés que esos homenajes/denuncias les despiertan y al mismo tiempo se interrogan sobre el lugar (y la ética) del documentalista que invade y manipula ámbitos muchas veces íntimos, pero que también da cuenta de actos de fuertes dimensiones sociales y políticas.

En ese sentido, el film expone en toda su dimensión los debates internos, las diferencias generacionales y las implicancias emocionales de quienes idean, organizan y llevan a cabo estas iniciativas callejeras. Así, Guarini y su equipo construyen un doble estudio: sobre las nuevas formas de pensar y representar la memoria colectiva y sobre el cine dentro del cine.