Cacería implacable

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Gana por afano

Este aclamado thriller noruego -que se suma a la explosión del género que está disfrutando el cine nórdico con muy buena proyección internacional y remakes en Hollywood- combina características que podrían irritar a más de uno (quien esto escribe incluido): estética publicitaria que por momentos peca de estilización exacerbada (Morten Tyldum proviene del mundo de los comerciales) y un tono “canchero” no exento de ironía que esconde una mirada cínica del mundo.

Sí, Cacería implacable “dialoga” en sus momentos más inspirados y desatados con Quentin Tarantino y los hermanos Coen, pero también con cierto regodeo y capricho de un Danny Boyle o de un Guy Ritchie. Lo bueno es que -más allá de sus excesos y desniveles- trabaja sobre un guión “de hierro” -basado en el best seller de Jo Nesbo- en el que cada pieza del engranaje terminará encajando a la perfección, a veces con un criterio algo obvio que hace que el espectador diga para sus adentros: “¡Ah, claro, lo habían puesto para eso!”.

El film arranca con un off “despiadado e ingenioso” a cargo del protagonista. Roger Brown (Aksel Hennie) es un tipo que trata superar sus traumas e inseguridades llevándose el mundo por delante. Mide apenas 1,68 (lo que en Noruega lo convierte, parece, en un enano) y está casado con una bellísima y altísima rubia llamada Diana (Synnove Macody Lund, periodista y ex modelo en su debut absoluto en el cine), a quien le dedica costosos obsequios que su economía no puede afrontar. Si bien es un reconocido headhunter (cazador de talentos, especialista en seleccionar ejecutivos de primera línea para poderosas corporaciones), en verdad hace diferencia robando pinturas (ingresa a una casa, se lleva el original, deja una copia y vende el cuadro en el exterior).

Mientras su esposa inaugura una galería y lo presiona para tener un hijo, él se sumerge en negocios cada vez más ambiciosos, turbios y riesgosos. Hasta aquí el planteo inicial. No adelantaremos nada más. Sólo que el film nunca para. Es como una montaña rusa, un tren bala non stop, pletórico de escenas sangrientas (o extremas en otros sentidos), vueltas de tuerca y sorpresas. No todo funciona a la perfección (hay algo de gratuito en ciertas resoluciones), pero el film fluye tanto en su estética como en su tono y en sus actuaciones con muchos más hallazgos que problemas. La visión del mundo, quedó dicho, es desoladora aun cuando está matizada por bastante humor negro. En la Europa del norte el estándar de vida será altísimo, pero su gente, parece, puede caer muy bajo.