Cabeza de ratón

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Triste réquiem para Río Gallegos

En La parte automática Ivo Aichenbaum narraba el reencuentro con su padre, un ex comunista exiliado en Israel desde la crisis de 2001. En Cabeza de ratón propone otro diario de viaje, otro ensayo autobiográfico que también sirve como reflexión sobre el contexto sociopolítico. En este caso, el director regresa a Río Gallegos, ciudad donde creció y se formó, para ofrecer un desolador panorama sobre la política y el entramado humano de esa comunidad.

En septiembre de 2011, tras haber terminado sus estudios en cine y una relación amorosa en Buenos Aires, Aichenbaum vuelve a Río Gallegos con la idea de desarrollar un proyecto y ganar algo de dinero. El día previo a tomar el avión, recibe la noticia de que uno de sus mejores amigos del lugar se ha quitado la vida (la ciudad tiene una de las tasas de suicidio más altas del país).

La cámara siempre atenta de Aichenbaum para captar detalles que definen la tónica del lugar, su narración en off no siempre convincente (aunque decididamente confesional) y el uso de material de archivo de las campañas institucionales del gobierno local (donde aparece de forma recurrente la figura de Néstor Kirchner) conforman un panorama árido y desolador como el clima y la arquitectura del lugar.

Cabeza de ratón es, como sostiene el propio Aichenbaum, un triple réquiem: para el amigo y baterista de su banda de black metal que ya no está, para ese mito que es Kirchner y para una ciudad a la que el propio director-protagonista considera muerta. Cine íntimo y político a la vez. Una verdadera rareza dentro del panorama del Nuevo Cine Argentino.