Buscando a Tabernero

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

LAS HUELLAS DE PETER PAUL WEINSCHENK

Aunque su nombre no es demasiado tenido en cuenta a la hora de indagar en momentos fundamentales del cine argentino, el director de fotografía Pablo Tabernero fue una figura sumamente relevante y no solo por sus espléndidos trabajos en películas como Nace un amor, Prisioneros de la tierra o Vidalita. Lo es también por cómo representa a una corriente artística que demuestra que buena parte de la identidad cultural de nuestro país se construyó a partir de la mirada extranjera. Ahí resida quizás buena parte del mérito de Buscando a Tabernero, en cómo lo rescata del olvido y lo pone a consideración de muchos espectadores que podrían haberlo pasado por alto.

En verdad, lo del documental de Eduardo Montes-Bradley no es tanto una búsqueda como una exposición de las huellas dejadas por Tabernero (cuyo verdadero nombre era Peter Paul Weinschenk) en su más que tumultuoso camino personal y laboral. Nacido en Berlín y formado como fotógrafo de cine durante los tiempos de la República de Weimar, se vio forzado a huir de su país en 1933 cuando el ascenso del nazismo parecía imparable. Se refugió primero en España, donde trabajó en la fotografía de varias producciones del naciente cine sonoro e integró un equipo de rodaje que registró parte de la Guerra Civil. Y en 1937 llegó a la Argentina, donde le tocó lidiar con los vaivenes del golpe militar de 1943, el peronismo y la Revolución Libertadora, entre otros eventos. Su historia está marcada por la Historia en mayúsculas, pero también por su enorme capacidad artística, que lo convirtió en un referente y formador de una generación entera de iluminadores. Con todo ese material narrativo a disposición, el film termina eligiendo una perspectiva más didáctica que detectivesca -aunque tenga pasajes de ese componente- y no está mal esa elección.

Hay que reconocerle a Montes-Bradley el cariño y hasta la devoción por el personaje de Tabernero, que se notan en cada minuto de la película. Y es que posiblemente encuentra en su figura una forma de rendirle homenaje a una etapa del cine argentino que posiblemente sea irrepetible. A partir de las imágenes exhibidas, podemos notar en la labor de Tabernero, pero también en las estructuras narrativas y estéticas de los films de los que formó parte, un atrevimiento y voluntad de experimentación que a la distancia son asombrosas. Al mismo tiempo, en las idas y vueltas temporales, sustentadas en buena medida en entrevistas a personas tan disímiles como Henry Weinschenk, Ricardo Aronovich, Fernando Martín Peña y Diego Trerotola, se intuye una voluntad por explorar cómo la época moldeó al sujeto y su talento.

Es cierto que, en su afán explicativo, Montes-Bradley por momentos cae en una redundancia discursiva que afecta el relato, agregando conclusiones innecesarias y sentenciosas. A eso hay que sumarle algunas desprolijidades en el registro, como en la secuencia de la entrevista a Trerotola, que parece hecha a las apuradas y sin mucho criterio. Pero compensa esto presentando algunas decisiones bastante sabias, por ejemplo, cuando debe contar la imposibilidad de entrevistar a José Martínez Suárez. Aún con sus desniveles, Buscando a Tabernero es un film que genera interés desde la misma melancolía que transmite.