Bumblebee

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Que levante la mano aquel que se aburrió viendo alguna(s) de las películas de Transformers.

Debemos ser unos cuantos.

La buena noticia con Bumblebee, el spin-off de la franquicia que también sirve como una suerte de precuela de la saga de cinco películas, todas dirigidas por Michael Bay, es que si bien los Autobots y los Decepticons, robots originales del planeta Cybertron, se la pasan peleando cuerpo de metal a cuerpo de metal, hay alguna que otra idea, sobrevuela cierto humor y hasta se destaca la inocencia y/o ingenuidad del personaje que le da su nombre al título.

Sin Shia LaBeouf ni Megan Fox, que duraron hasta la tercera y la segunda Transformers -en la primera, de 2007, Bumblebee se transformaba en un Chevrolet Camaro- ahora que la acción transcurre en 1987, la adolescente que se hace amiga del robot bueno y amarillo es Charlie (Hailee Steinfeld, la ex niña candidata al Oscar por Temple de acero, de los Coen).

El filme plantea cómo Optimus Prime envía a la Tierra a B-127, para que prepare todo y allí desembarquen los Autobots, que son los buenos, que son atacados por los Decepticons. Los robots, para los neófitos, se transforman por lo general en vehículos, sean autos, camiones, aviones o helicópteros. Y aquí, los efectos son perfectos, y la música ochentosa, genial.

Charlie sufre por la pérdida de su padre, no entiende cómo su madre y su hermanito rehicieron sus vidas con la nueva pareja de su mamá y hará lo que sea, como defender a Bumblebee y atacar hasta las fuerzas del orden estadounidenses (que son buenas/malas, depende del contexto).

El director Travis Knight (Kubo y la búsqueda del samurai, candidata al Oscar al mejor filme animado y efectos visuales hace dos años) le pone brío a una (¿nueva?) saga a la que la anterior tiene mucho que envidiarle.