Brigada A

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Unos mercenarios bastante poco magníficos

El film apenas tiene detalles de la serie original

Cuando un adulto regresa a un espacio querido, añorado, que solía visitar de niño, usualmente lo encuentra más pequeño y menos impresionante de lo que lo recordaba. Muchas veces cuesta ver con los ojos de la experiencia adquirida qué era tan especial del lugar en cuestión. Algo similar sucede con Brigada A: los magníficos Aquella serie que atrapó a los chicos y adolescentes de la década del 80 no atravesó del todo bien el paso de los años y tampoco su traspaso a la pantalla grande. Los personajes principales están todos aquí: Hannibal Smith, Mario Baracus, Face y Murdoch, pero lo que falta en el film es el sentido de absurdo, la sensación de que nada se tomaba en serio del ciclo televisivo.

Aquí, las misiones del grupo de militares rebeldes pero orgullosos de pertenecer a las fuerzas norteamericanas y entusiastas de la guerra, pueden ser extravagantes pero cuando los cadáveres empiezan a acumularse, las risas y el asombro por un plan bien pensado se apagan.

La película funciona como una suerte de precuela de la serie, en la que se explica cómo fue que se formó la brigada y por qué cuatro capaces militares terminaron trabajando como mercenarios. De hecho, para los nostálgicos, algo de aquel tono que sostenía el ciclo televisivo se mantiene en la película gracias a dos de sus protagonistas. Se trata de Bradley Cooper y Sharlto Copley (el fenomenal protagonista de Sector 9 ) que interpretan al vanidoso Face y al desequilibrado Murdoch, respectivamente. Cooper, un comediante preciso con aspecto de galán, se burla de su atractivo al mismo tiempo que lo exhibe cada vez que puede y Copley consigue hacer del loco del grupo una presencia tan cómica como tierna.

No corren con tanta suerte Liam Neeson como Smith y Quinton "Rampage" Jackson como Baracus. A ellos les toca interpretar los costados menos logrados del guión: intentan defender la no violencia de Gandhi, al que citan, para terminar concluyendo que matar está mal salvo que se tenga una muy buena razón para hacerlo. Por supuesto que los personajes encuentran su justificación para tanto disparo y, en menor medida, los espectadores más memoriosos también lo harán si se quedan en la sala hasta que terminen los largos títulos.