Borom Taxi

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Los inmigrantes senegaleses deambulan por las calles de varias ciudades argentinas, la mayoría de ellos como vendedores ambulantes. Suelen pasar bastante inadvertidos, salvo para los sectores más reaccionarios (y racistas) de la sociedad, para la policía (que suele echarlos y/o detenerlos y/o decomisarles su mercadería) y para unos cuantos cineastas, que han fijado su interés y su cámara en ellos.

Hace casi cuatro años se conoció Estoy acá (Mangui Fi), valioso documental de Juan Manuel Bramuglia y Esteban Tabacznik que describía las historias de vida y la amistad entre dos senegaleses radicados en Buenos Aires, y ahora es el turno de este trabajo de Andrés Guerberoff, quien reconstruye la historia y explora el día a día de Mountakha, un hombre que supo ser camionero en Dakar (donde quedó su familia) y hoy se dedica a la venta callejera (aunque sueña con manejar también en Argentina y, por qué no, dedicarse a la actuación). En ese sentido, una charla con un amigo sobre la experiencia de haber filmado Zama, de Lucrecia Martel, en Salta, y el mundo de los castings para comerciales y películas resulta realmente hilarante. Cine dentro del cine.

Pero no todo son alegrías y proyectos, por supuesto, para este hombre que ha pasado por Córdoba, se instala en Buenos Aires e irá hacia Las Grutas, aunque su intermitente y sufrida conexión con Dakar también es parte del asunto. Los reclamos constantes de su esposa, su sentimiento de culpa, su trabajo en estaciones de trenes como la de Retiro, su obsesión por el dinero, su profunda religiosidad, la dinámica muy particular de la comunidad senegalesa y su interacción -a veces secreta- con los argentinos... Borom Taxi, con su espíritu observacional, su cámara nunca intrusiva pero no por eso aséptica, tiene múltiples facetas y matices para explorar en su apenas una hora de duración y el resultado es por momentos entrañable, en otros emotivo y en varios pasajes, triste hasta lo desgarrador.