Bohemian Rhapsody

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

La fiebre de biopics que inundan la cartelera de la gran pantalla, desde hace más de una década, ha potenciado la condición de este subgénero como uno especialmente rentable. El retrato de notorias figuras de la música, en especial de bandas de rock and roll prominentes y que han marcado un legado musical y cultural, han sido el foco de atención de la industria hollywoodense, posibilitando retratos de íconos de variada índole como Ray Charles, Johnny Cash o Elton John.

Este reciente acercamiento cinematográfico a la emblemática banda británica Queen no resulta -en absoluto- una novedad para el séptimo arte: en formato de celuloide habíamos podido disfrutar del histórico su recital brindado en Montreal ’81, llevado a la pantalla grande en el año 2015, bajo la también incipiente moda de rockumentales. De hecho, la concreción de esta biopic data de varios años. Bajo el asesoramiento del guitarrista Brian May y luego de sortear un sinfín de dificultades, entre ellas cambio de director (producto de incomparecencias de Bryan Singer con la productora) y diversas estrellas del firmamento Hollywood que se barajaron como posibles intérpretes de Freddie (el humorista Sacha Baron Coen fue un firme candidato por años), el proyecto vio la luz finalmente, posicionándose como una de las grandes competidores de las premiaciones otorgadas hacia fines de 2018.

“Bohemian Rapsody” cumple con su cometido, no sin obviar algunas referencias y lugares comunes a las que recurren este tipo de producciones para tramar un relato biográfico. Sin tratarse de una obra maestra, se permite mostrar los inicios la banda británica y sus negociados con la industria discográfica, al tiempo que sus integrantes buscan hacerse un lugar dentro del competitivo mercado, recreando la composición de la épica canción que los llevará a la masividad, a mediados de los años ’70 (excelente recreación de modas de época mediante). Destaca el desarrollo realizado sobre la figura de Freddie Mercury, cuyo espectro evolutivo abarca desde su humilde juventud -sorteando la incomprensión y los mandatos familiares férreos que anulaban su libertad creativa- al incipiente músico de aspiraciones artísticas visionarias, que no cesó en perseguir su sueño, a pesar de convivir con las dificultades que le acarrea la segregación social y la aceptación de su identidad sexual.

No sin ciertos rasgos previsibles, el film prefigura un ídolo de rock catapultado al estrellato de modo meteórico, jugando a sabiendas su rol de impetuoso rebelde (desafiando a los popes discográficos), con aires de divo narcisista (anfitrión de fastuosas fiestas) y caprichoso epítome rockstar (inclusive rozando la banalidad más ridiculizante), sabedor que poseía al mundo entero a sus pies. En extraordinaria interpretación, Rami Malek se consagra encarnando el inconmensurable talento -sobre y debajo del escenario- que portaba Freddie, obteniendo un merecido Premio Oscar en recompensa. También, el retrato realizado por el novel Malek trasluce la frágil humanidad del ídolo. Dueño de una personalidad magnética y un carisma abrumador, Queen hizo gala de su imperecedera magia, poderosa impronta y arrolladora arquitectura sonora, gracias a las dotes de eximio frontman, prolífico compositor y soberbio vocalista de su alma mater.

Dos momentos, especialmente, destacan dentro de esta biopic que, cronológicamente, abarca desde los primeros años de la banda hasta su última presentación en vivo. A medida que Freddie superaba sus conflictos personales y las desavenencias que (producto de su disipada vida cotidiana) produjo más de un roce con la banda, “Bohemian Rapsody” nos cuenta el detrás de escena de la homónima composición, épica que el grupo británico grabara para su disco consagratorio “A Night at the Opera” (1975). De aquella obra magna -inesperado sencillo que cautivará al mundo entero- se recuerda la historia que rodea a la gestación de un videoclip gigantesco, a las puertas a un nuevo género de promoción de discos. Una espectacular producción llevada a cabo por Bruce Gobbers, de la que destaca una icónica instantánea del grupo realizado por el precursor fotógrafo del ambiente Mike Rock, utilizado para la portada del álbum.

En su desenlace, la película recrea de principio a fin (plano por plano en comparación a la grabación original y recurriendo a doblajes en la voz de Freddie) la histórica presentación de Queen en el concierto a beneficio Live Aid, producido por Bob Geldof, representando una de sus últimas grandes actuaciones en vivo, previo a un retiro de los escenarios una vez estrenado el disco “A Kind of Magic” (1986). La magia cinematográfica permite recrear aquella gesta, ocurrida un 13 de julio de 1985, en el mítico Estadio Wembley de Londres. Singer recrea el perfecto ensamble de una banda a toda cilindrada, mediante un ampuloso juego de cámaras que recrea la escena de un breve pero contundente setlist, del cual se recuerdan, especialmente, versiones de hits inmortales como “Bohemian Rapsody”, “We will rock you” y “We are the Champions’, que el film reproduce de modo ficcionado.

Aquí, Malek hace gala de todo su histrionismo, copiando el lenguaje corporal de Freddie para entregar esas performances que la Academia adora premiar. Poco después, la salud de Freddie se debilitaría, anticipando un final ya conocido por todos, y que el film, afortunadamente, no se esfuerza por remarcar, apenas realizando sutiles referencias que no pretenden edulcorar la parte más triste del relato. “Bohemian Rhapsody”, sin ser brillante, le hace justicia al aura resplandeciente de un artista inigualable.