Blancanieves y el cazador

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Dura y despiadada

Lejos del cuento original, esta heroína de armas tomar batalla por lo que quiere.

Las adaptaciones literarias al cine tienen sus bemoles. Se puede ser fiel al pie de la letra, hasta cierto punto. Coquetear con la trama y mantenerla firme. O, como en el caso de esta Blancanieves y el cazador , utilizar el original como base, darlo vuelta como una media y realizar una película estilísticamente más jugada.

Porque Blancanieves aquí no les hace la camita a los enanitos, ni canta con los animales del bosque. Tampoco el beso de un príncipe la rescata de la muerte. No.

Esta Blancanieves tiene el alma de Juana de Arco. La reina Ravenna no es morocha, sino Charlize Theron; el cazador no es un mero súbdito del reino sino precisamente un cazador al que la reina le hace creer que si le entrega a Blancanieves muerta, le devolverá en vida a su esposa fallecida. Y el bosque encantado es en verdad tenebroso, los enanitos ya no son mineros sino que se encargan de robar en los caminos. La reina tiene un hermano pérfido. Y Blancanieves también tiene lo suyo.

Prisionera en el castillo –difícil que plumeree y cante con los pajaritos-, Blancanieves decide huir cuando advierte que la reina la necesita para perpetuar su físico, volverse inmortal, ya que es maga y consume juventud. Pero la princesa no huye por el bosque, sino que primero se lanza al océano y luego cabalga. Hasta que sí, llega al bosque, se cruza con el cazador y hasta conoce la cueva de los enanos.

El espíritu de venganza es lo que anida en el corazón de los personajes femeninos. Si la niñez de Blancanieves no fue buena desde la muerte de su padre (asesinado por su madrastra con una daga), la de la reina tampoco lo ha sido. Y la lucha será despiadada.

Queda claro –clarísimo- que no es Blancanieves y el cazador una producción apta para los ojos de los más pequeños, que saldrán alterados, conozcan o no el cuento de los hermanos Grimm. Es un filme para adolescentes, con escenas de acción, magia y una carga dramática potente.

Todo el diseño de producción está puesto aquí en aras de la espectacularidad. Los enanos (que no son enanos, allí está Bob Hoskins, por caso, como uno de los siete, y es ciego) parecen tales gracias a efectos similares a los de El Señor de los anillos, y si la verosimilitud se pone en juego, es parte precisamente del convite.

Hay un arquero (Sam Claflin), William, hijo de un duque y amigo de la infancia de Blancanieves, para ponerle la cuota de romanticismo al asunto. Tanto él como Kristen Stewart dan el perfil exacto que requiere esta historia, lo mismo que Theron –exacerbada como malvada- y el musculoso Chris Hemsworth (Thor en Los vengadores ) cumpliendo con lo suyo.

Como filme de acción, Blancanieves y el cazador entrega lo que se le pide. Pero la opera prima de Rupert Sanders seguramente va a dar mucho que hablar, y no sólo por alguna que otra estocada.