Blackie: una vida en blanco y negro

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Actriz, cantante de jazz, periodista, empresaria, conductora, productora y directora de televisión o, como ella se definía, “una luchadora”, Paloma Efrón -mucho más conocida como Blackie- fue una mujer incansable y talentosa, pionera en muchos de los rubros en los que incursionó.

Hija de inmigrantes judíos afincados en las colonias de Entre Ríos (padre de Bielorrusia, madre de Rumania) y con cuatro hermanos, Paloma se fascinó desde pequeña por la música negra. Gracias a un concurso radial que ganó le quedó el apodo de Blackie, que la acompañaría hasta su muerte en 1977, a los 64 años.

El director utiliza como eje del relato una larga (falsa) entrevista a la protagonista (la voz aguardentosa en off de Dora Baret), en la que va recorriendo su carrera en el mundo del espectáculo y la cultura (que incluyó desde trabajar en el Maipo con la compañía de Pepe Arias hasta escribir en grandes medios, pasando por descubrir a figurar como Tato Bores o Susana Rinaldi), así como algunos aspectos de su vida (sus años en los Estados Unidos, su matrimonio signado por la bohemia). Todo eso acompañado, claro, por imágenes de archivo (impecable investigación) y testimonios a cámara de gente que la conoció, la admiró o la estudió: Hinde Pomeraniec, Carlos Ulanovsky, Sergio Pujol, Ricardo Horvath, Dina Rot, José Martínez Suárez, Marta Tedeschi, Tito Bajnoff, Luis Pedro Toni, Fanny Mandelbaum y Pepe Cibrián, entre otros.

El film es bastante convencional en su estructura, pero al mismo tiempo cuidado y riguroso. Para el resto, está la vida llena grandes momentos, de jugosas anécdotas, de hitos profesionales de una mujer única y fascinante.