Bernarda es la patría

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

ELOGIO DE LA INTERPRETACIÓN

Una puesta teatral de La casa de Bernarda Alba, con hombres haciendo los personajes femeninos de la emblemática obra de Federico García Lorca, es la punta de lanza de este documental de Diego Schipani que traza desde ahí una suerte de homenaje a la movida under porteña de los 80’s, especialmente en la figura de Willy Lemos, actor insignia de aquellos tiempos. La cámara registra el proceso de casting, también algunos ensayos y las reflexiones que surgen entre bambalinas a partir de una lectura actual de aquella pieza. Elogio de la interpretación, Bernarda es la patria piensa desde esos actores que juegan su rol la idea de roles sociales que tanto Lemos, como Fernando Noy y tantos otros referentes de aquel movimiento subterráneo de los años de la dictadura y el reinicio democrático, llegaron para romper: la exploración de lo femenino desde lo masculino, lo sexual diverso, lo provocador, la conversión de la piel y el deseo en militancia, aquello que resultaba contracultural desde los tiempos previos al icónico Parakultural.

En Bernarda es la patria hay dos películas en una, que no siempre conviven con placidez. Por un lado está el seguimiento de la puesta teatral, por el otro el rico anecdotario de Lemos, que exige con su presencia magnética el protagonismo absoluto. Lemos se reencuentra con viejos amigos, cuenta anécdotas de aquellos tiempos, piensa y se piensa en retrospectiva. Hay algo interesante que surge en esos pasajes, por lejos los mejores del documental: muchas de las cosas que cuentan Lemos y sus amigos son terribles, historias de violencia institucional y de abusos. Sin embargo, lo hacen quitándole lo trágico y recurriendo a una nostalgia particular. Es el relato del sobreviviente, pero sin la culpa que en muchos casos se da en el que logró atravesar una etapa y se siente en la obligación de recordar a los que quedaron en el camino. No es una mirada -si se quiere- deshonesta con el pasado, sino una que reconoce que el presente es afortunadamente diferente y que se puede mirar hacia atrás con el alivio de haber sobrevivido para contarlo, de volverse un pedazo de historia. Es en el relato de diversas experiencias, en el recuerdo de las grandes figuras de aquella movida, en la recuperación de un lenguaje (corporal, gestual, verbal) de aquellos tiempos donde Bernarda es la patria se convierte en un gran homenaje a quienes sentaron las bases, desde el arte, del cambio social que se dio a posteriori.

Claro, la potencia del relato de Lemos es tan fuerte que uno lo extraña cuando el documental cede en su segunda parte al avance de la puesta teatral. Hay algo derivativo en la película (hay cosas que quedan descolgadas, como ese prólogo con varios actores hablando a cámara), como si buscara un significado superior en esa transformación en escena, en los parlamentos de la obra de Lorca. Tal vez haya algún vínculo entre esta obra, su forma de representación, y lo que Lemos hacía en los 80’s, pero también es cierto que la fuerza de lo under es imposible de representar en el marco de un espacio artístico más institucionalizado. Así es como Bernarda es la patria no termina definiéndose entre el documental en primera persona y la búsqueda estética y reflexiva sobre el espacio teatral y la representación. En todo caso la presencia de Lemos es la que termina unificando el concepto, volviendo a sintetizar diversas capas en su propio cuerpo, que es en definitiva lo que ha perseguido el actor en esa búsqueda personal. Tal vez este sea el borrador del gran documental que asoma por momentos.