Berberian sound studio

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

La técnica como horror.

El cine es un arte y una industria que implica una serie de habilidades y técnicas: de observación de detalles que definen su espíritu. La técnica como conjunto de procedimientos artificiales define al arte como representación y al cine como una forma de ficcionalizar la realidad o representarla, transformando la realidad y la percepción en el proceso, borrando así los límites entre ambas.

Berberian Sound Studio es la segunda película de Peter Strickland, el guionista y director inglés. Mientras que en su ópera prima, Katalin Varga, indagaba sobre la venganza, aquí analiza la relación entre los artistas y la técnica a partir de la figura del ingeniero de sonido, una pieza clave en la construcción de un film.

Así las cosas, un afamado ingeniero de sonido, Gilderoy (Toby Jones), es contratado para participar de un giallo en la década del setenta basado en la historia real de unas mujeres acusadas de brujería, torturadas y asesinadas en la Edad Media. El hosco, taciturno e inseguro ingeniero se entera del carácter de terror de la película apenas arriba al Berberian, un famoso estudio de sonido equipado con todos los avances de la época. Durante la grabación de las cintas de sonido y los efectos de El Vórtice Ecuestre, Gilderoy debe soportar la prepotencia y la arrogancia de Francesco Coraggio (Cosimo Fusco) y Giancarlo Santini (Antonio Mancino), productor y director respectivamente, mientras su silencio lo convierte en confidente de las intrigas y el enfado de la voluptuosa protagonista, Silvia (Fatma Mohamed).