Belfast

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Después de su Muerte en el Nilo, Kenneth Branagh retornó a sus orígenes y se volcó a una historia personal sobre los tumultos de la década de los 60s en Irlanda del Norte. Una película en blanco y negro, con la perspectiva de una mirada infantil, y un acercamiento ligero y dulce que hoy la posiciona como una de las posibles ganadoras al Premio Oscar.
Buddy (un carismático y expresivo Jude Hill) es un niño que juega en las calles de su barrio cuando una manifestación asedia las calles de manera violenta e intentan destruir los hogares o echar a las familias católicas. Las bombas molotov estallan y una madre intenta proteger de la violencia al niño que pasó de jugar con la tapa de un tacho metálico de basura a utilizarla como escudo.
La familia funciona como motor mientras las tensiones crecen en la calle. Buddy criado por dos padres (Jamie Dornan y Caitriona Balfe como dos opuestos que se complementan a la perfección) que intentan criarlo de la mejor manera y también protegerlo; la madre que se queda con ellos y el padre que necesita ir y venir por trabajo. «No puedes estar con ellos todo el tiempo. Tampoco puedes quitarle su infancia». Las contradicciones propias de toda etapa de cambio. «A la gente siempre le cuesta el cambio». La figura y presencia de los abuelos, interpretados acá de la manera más encantadora por Judi Dench y Ciarán Hinds, con quien el niño tiene la fortuna de pasar mucho tiempo.
El de Brannagh es ante todo un retrato de la infancia. Mientras Buddy se mete en problemas como casi cualquier niño junto a su prima, sueña con jugar al fútbol o se enamora por vez primera, sus padres intentan sortear las dificultades económicas. Belfast muestra el conflicto irlandés a través de los ojos de un niño. Por eso quizás la película no indaga mucho más que para contextualizar en lo histórico y lo político. Es una película más sencilla y menos profunda de lo que uno esperaría; no es la opción adecuada para conocer más sobre este conflicto conocido como The Troubles, sino el modo que el realizador parece haber encontrado para recuperar recuerdos y homenajear al pueblo de donde salió.
Hay allí varios temas, con mayor o menor importancia, dando vueltas. Uno es la religión, algo inevitable para la historia. La importancia del respeto entre creencias es algo que se le intenta inculcar a Buddy: no importa si sos católico o protestante, le enseña el padre que sueña con una convivencia pacífica.
Y como no podía ser de otra manera en una historia con tintes autobiográficos, aparece el cine como algo más que un entretenimiento, como una manera de verse y pensarse, aun desde historias que parecen ajenas, pero sobre todo de escaparse, de transportarse a otro lugar.
Nostálgica, por eso de las imágenes actuales de su ciudad natal saltamos de manera inmediata al pasado en blanco y negro, un blanco y negro en el que por momentos se colarán algunos detalles a color. La banda sonora conformada mayormente por canciones de Van Morrison le brinda un toque de belleza extra.
Aunque resulte poco profunda, algo despolitizada y liviana, a veces un poquito subrayada, Belfast es una agradable película que nos conecta con los recuerdos de una época y lugar que en algún momento dejamos atrás. A la larga no importa si nos fuimos o nos quedamos, sino nunca olvidar de dónde vinimos. Eso es lo que Brannagh parece querer plantearnos con su película más personal.