Bel Ami, historia de un seductor

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Las reglas del juego

Esta transposición de la novela de Guy de Maupassant sobre el ascenso social de un joven en la París de 1890 parece rodada con el manual del cine de qualité (léase elenco de grandes figuras, espíritu tragicómico, toques perversos, ciertas ideas obvias sobre el cinismo, la doble moral y la hipocresía de la época, fotografía vistosa, música ampulosa que enfatiza cada situación y un cuidado diseño de producción con recreación de época en estudios). Nada es demasiado molesto, pero -al mismo tiempo- nada resulta particularmente creativo o provocador. Estamos, por lo tanto, en el universo de la medianía, de lo previsible, de lo esperable. Y eso en cine, se sabe, es poco menos que un pecado mortal.

Un insulso Robert Pattinson (está mejor, creo, en la saga Crepúsculo, cuya última entrega se conocerá la semana que viene, y ni que hablar en otro estreno de este jueves como Cosmópolis) interpreta a Georges Duroy, un ex soldado que vuelve del frente en Africa y está casi en la ruina, con un precario empleo de cajero ferroviario. Pero, claro, es joven, apuesto y decidido. Y con eso basta para empezar la escalada en una París bastante libertina y exultante.

Gracias a los auspicios de otro ex militar, comenzará a frecuentar los ámbitos distinguidos de la aristocracia local y, a partir de entonces, a seducir (manipular) a influyentes mujeres (esposas). Así, irán mejorando sus ingresos, su poder y hasta su posición política (escribe para un poderoso diario).

El Don Juan de Pattinson tendrá romances con la joven Christina Ricci y la veterana Kristin Scott Thomas, se casará con la dominante Uma Thurman (bellísima, como siempre) e irá eludiendo peligros, trampas y confabulaciones varias hasta convertirse él mismo en un habilidoso conocedor de las reglas del juego (incluidas humillaciones de todo tipo), que utilizará para beneficio personal. En definitiva, un film sobre la ambición y el poder que resulta tan discreto como menor.