Bebés

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Las nuevas vidas bajo la lupa

El director Thomas Balmès filmó en Namibia, Mongolia, Estados Unidos y Japón

Primero una advertencia: más allá de los méritos formales de Bebés ,lo cierto es que para aquel espectador que se sienta intimidado, aburrido o molesto por esos padres que se ven en la obligación de relatar al prójimo cada "hazaña" de sus retoños este documental será más suplicio que entretenimiento. Para todos aquellos que no tengan esos pruritos frente a las aventuras de los recién nacidos, este film ofrece una mirada compleja que no recurre a golpes bajos para conseguir provocar ternura, aunque lo logra sin siquiera intentarlo sencillamente dejando que sus protagonistas sean. Sin molestas voces en off que expliquen lo que se ve y sin siquiera utilizar subtítulos en las pocas escenas en la que madres y padres comparten el plano con sus niños, el documental muestra cuatro culturas diferentes a través de sus bebés.

Dulces, tiernos, abrazables y asombrosos. Demandantes, llorones e incomprensibles. Toda esta crítica se podría completar apilando adjetivos calificativos tanto positivos como negativos en relación con los bebés. Que es exactamente lo que hace el documental realizado por el director Thomas Balmès, que puso su cámara a filmar el primero año de cuatro recién nacidos de partes muy distintas del mundo. En un extremo del planeta está Ponijao, el nuevo bebé de una tribu del desierto de Namibia, y en el otro está Hattie, nacida de padres modernos en la ciudad de San Francisco, en los Estados Unidos. Entre ellos, Bayar, el hijo de una pareja de pastores de Mongolia, y Mari, la beba nacida bajo las luces de neón de la futurista Tokio, en Japón. Tan distintos en sus orígenes como similares en sus capacidades como seres humanos recién estrenados, los cuatro protagonistas hacen ni más ni menos que lo que hacen sus pares más allá de la pantalla aunque gracias a la atenta mirada de los realizadores es posible descubrir sus personalidades desde el principio. Un hallazgo que también es la mayor debilidad del film, que por momentos se parece demasiado a la exhibición de videos caseros de desconocidos. Con una fotografía impecable, claro, que saca el mayor provecho de los paisajes que rodean a los cuatro protagonistas. Aunque se trate de las cuatro paredes de un pequeño departamento japonés.

A pesar de que Bebés no subraya lo obvio por momentos recurre a un trazo más grueso en la edición para marcar las distancias entre sus objetos de estudio. Así, mientras las nenas de San Francisco y Tokio juegan con sus gatitos, el niño africano intenta atrapar unas moscas y el mongol es arrullado por un gallo que se sube a su camastro. Y, más cerca del primer cumpleaños del cuarteto, el director francés se detiene para mostrar el exceso de estímulos -juguetes, clases de yoga y música-, a los que son expuestos los bebés de los Estados Unidos y Japón. A la abundancia material de unos, la película enfrenta las experiencias más naturales y cercanas a la naturaleza de los otros en Mongolia y Namibia.