Bebés

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

Nada muy distinto de lo que ya está en YouTube

Tal vez como herencia de Jacques Yves Cousteau, a fines de los años ’90 el cine fran-cés redescubrió, con Microcosmos, que –siempre y cuando se presentaran en formato de superespectáculo– los documentales de la naturaleza podían rendir muy bien en boletería. Así, en lo que va del siglo, el cine de ese origen produjo ya un documental sobre aves migratorias (Tocando el cielo, 2001), uno sobre grandes pingüinos (La marcha del emperador, 2005), uno sobre la vida bajo el agua (Océanos, 2009) y ahora uno sobre... bebés. Versión súper-lujo de un documental de observación, Bebés se limita a registrar a sus criaturas, evitando toda clase de comentarios. Pero la falta de estructura y la escasa sorpresa del tema limita su target a una legión de fanáticas de la maternidad. Que no van a faltar, desde ya.

Cuatro son las crías sometidas a la exploración de cuatro cámaras. Tres niñas, una de la planicie africana (la namibia Ponijao) y las otras dos, urbanas (Mari, nacida en Tokio, y Hattie, rubia de San Francisco). El varoncito es Bayar, hijo de una familia nómade de la estepa mongola. Producida por Alain Chabat (actor cómico sumamente popular en Francia), el círculo que la película describe va del nacimiento al momento en que los cachorros alcanzan la posición erecta. Los chicos balbucean y sus papás también, hasta el punto de que la película no requiere de subtítulos. Loable como es, la ausencia de relato en off puede convertirse en arma de doble filo, habida cuenta de que lo que hay para observar no difiere demasiado de lo que cualquier espectador puede haber visto en casa, en filmaciones familiares o en YouTube, donde el rubro “bloopers de bebés” es todo un clásico.

Pero no hay aquí ninguno de esos bebés de YouTube, desaforadas versiones mini de Los Tres Chiflados. Lo más parecido a eso es Bayar regando su cunita de pis, Ponijao cayéndose de sueño en medio de la pradera, el hermanito mayor de Mari dándole duro a la querida hermana con un trapo enrollado o Bayar, otra vez, devorando concienzudamente un rollo de papel higiénico. Ninguno come caca, ni siquiera tierra de alguna maceta, y parecen haber sido vacunados contra la caída de mocos. Como todos estos documentales de luxe, la manía por la limpieza de Bebés se extiende a lo visual. Lo más chancho del documental dirigido por Thomas Balmès es el momento en que Ponijao intercambia lambetazos con el perro de la familia. Unas imágenes finales muestran a los cuatro protagonistas unos añitos más tarde. Pero nada se sabe sobre cómo terminó la historia de amor entre la niña namibia y el can piel-y-hueso que un día la amó.