Barroco

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

Barroco es el relato de una caída, la de de Julio, un joven que comete errores hasta que la situación se torna insostenible. Julio, viviendo solo y sin gas, tiene la idea de hacer una fotonovela junto con su amigo Lucas sobre una falta del preciado servicio en una Buenos Aires de ciencia-ficción y casi posapocalíptica. El rodaje de la fotonovela, que recuerda a La jetée de Chris Marker pero en clave de comedia, se cuenta a la par de la rutina laboral del protagonista en la librería Gutiérrez, los ensayos del grupo de música clásica de su novia (que incluyen sus escarceos sentimentales con un profesor) y de sus frecuentes incursiones al departamento de Traslado (en realidad, Carolina), una suerte de amante discreta que goza de una curiosa fama entre los hombres de la historia. El tono levemente extrañado de la película, típico de la factoría FUC, se apoya en las actuaciones tanto como en la notable galería de personajes secundarios. Los diálogos y su particular ritmo le terminan de dar forma a un pequeño mundo que parece atravesado por una comicidad distante y casi marciana, que trata de interpelarnos a través de una risa y complicidad nuevas, diferente a las que que haya ensayado cualquier película anterior.