Aves de presa

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

LA (FALLIDA) DEADPOOL DE DC

La apuesta de Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn) puede resumirse con una simple descripción: busca ser la Deadpool de DC. No hay mucho más en una película que, pretendiendo arreglar todos los desbarajustes de esa predecesora impresentable que fue Escuadrón Suicida, quiere hacer foco en ese personaje un tanto sobrevalorado que es Harley Quinn, sin dejar de conservar un abordaje grupal. Lo hace contando un montón de cosas y desplegando toda clase de elementos estéticos y narrativos, aunque progresivamente se va revelando como un objeto vacuo y superficial en el que la acumulación resta.

La historia de Aves de presa es la Quinn, quien luego de ser echada a patadas por el Guasón (quien convenientemente nunca aparece frente a cámara), queda a la deriva mientras la mitad de Ciudad Gótica quiere matarla; pero también la de Black Canary, Huntress y la Detective Renee Montoya, quienes terminan uniéndosele para salvar a una joven llamada Cassandra Cain de un enemigo común: Roman Sionis, alias Máscara Negra (un Ewan McGregor desatado), uno de los mafiosos más temibles y violentos de la urbe. Ahí ya tenemos un primer gran inconveniente de la película: muchos personajes nuevos a los que explica constantemente desde la palabra pero pocas veces desde la acción, como si solo pudiera desplegar un álbum de figuritas colorido pero finalmente estático, sin pulso verdaderamente cinematográfico.

Quizás el gran problema de fondo del film de Cathy Yan sea ese intento por ser una reversión de Deadpool pero en clave femenina y feminista, con buena parte de la mitología de DC como base. Si ya la película de Marvel con Ryan Reynolds era una acumulación algo cansadora de guiños, canchereadas y chistes autoconscientes, donde la narración quedaba casi anulada en favor de la pose constante –aunque había una violenta energía que la salvaba de sus numerosos baches-, lo de Aves de presa es una repetición de ese esquema sin ninguna vuelta de tuerca que la haga mínimamente original. La voz over de Harley Quinn va pautando todo lo que pasa, hay un montón de idas y vueltas temporales, mucho colorinche, un montaje algo frenético, bastante sarcasmo, una banda sonora ciertamente gritona, unas cuantas puteadas y algo de humor físico, pero sin un propósito real y concreto. Tanto el guión de Christina Hodson como la puesta en escena de Yan son un permanente barajar y dar de nuevo, un arrojar ideas en la pantalla sin una verdadera direccionalidad, contando muchas cosas y a la vez ninguna, porque en el fondo no se anima a ir a fondo con ninguno de sus puntos de partida.

Es cierto que Aves de presa es un film algo más coherente que ese caos narrativo y estético que era Escuadrón Suicida, cuya pretensión fallida era convertirse en el equivalente a Guardianes de la Galaxia pero en el Universo Extendido de DC. Pero lo logra al precio de ser un film donde prevalece un desorden calculado y artificial, donde las protagonistas se la pasan hablan de ser libres y tomar el mando de sus vidas, de emprender caminos propios, de romper los esquemas, mientras se conducen de manera extremadamente previsible. En Aves de presa no hay sorpresas ni creatividad, solo un ejercicio de autoindulgencia que no llega a irritar porque todo pasa tan rápido que ni siquiera permite la elaboración de sensaciones. Si DC, con Aquaman y Shazam!, venía amagando con crear algo propio y sin ataduras, vuelve a retroceder al cálculo y la copia.