Ave Fénix

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

En “Ave Fénix” (Alemania, 2014) de Christian Petzold, hay algo que trasciende su propuesta, y es básicamente la intención que el director tiene de contar, una vez más, una parte de la historia de su país, pero de una manera diferente. Dotándola de una atmósfera más propicia a un filme noir que a un drama histórico, en el derrotero de Nelly (Nina Hoss), una sobreviviente a Auschwitz, y que con su cara desfigurada vuelve a la Alemania que la sentenció, a muerte, para recuperar parte de su vida, Petzold habla también de otra cosa.
Operaciones estéticas mediante, Nelly de a poco vuelve a su rutina, aún sabiendo que lo más importante sería exiliarse en otro país y resguardarse, para ver si puede recuperar a su marido Johnny (Ronald Zehrfeld), quien la cree fallecida en el campo de concentración. Con el mayor de los dolores, deberá asumir una parte triste de su historia, la muerte de todos sus familiares, excepto su marido, y de éstos ha heredado una importante suma de dinero que le posibilitará continuar con su tratamiento estético y estadía en las mejores instituciones.
Pero a Nelly esto no le importa, y pese a los reproches de Lene (Nina Kunzendorf), su única amiga, que además trabaja en una agencia judía y que le facilitará su regreso, decidirá salir en búsqueda de Johnny, aún sabiendo la traición que sobre ella determinó.
El primer encuentro es doloroso, cruel, salvaje. Por que si bien Nelly cree poder aún con su nuevo rostro despertar en Johnny su pasión, su mundo se derrumbará cuando conscientemente éste la rechace y sólo vea en ella una sutil evocación de la que fuera su mujer y a quien cree muerta.
Gracias a esto Johnny le propondrá un juego cínico a Nelly, hacerla pasar por su mujer muerta para poder así recuperar la herencia familiar y dejar de trabajar como mozo en el bar “Phoenix”, al que alude también la película. Petzold una vez más arma una historia de contrastes, de sombras que acechan pero que aún pese al peligro, son omitidas y no tenidas en cuenta por aquellos que serán participes de las transformaciones de los protagonistas.
Si en “Gold” el director hablaba de una forastera que se armaba de una historia nueva en un país completamente ajeno a ella, y en “Barbara” de cómo una joven doctora aceptaba cualquier proposición con el objetivo de superar la posición en la que era colocada, en “Phoenix” profundiza en la etapa más dolorosa de su historia para hablar de las fachadas y de cómo éstas se pueden caer con solo una palabra Si decide repetir con la pareja protagónica, es porque justamente encuentra en ambos actores, la posibilidad de seguir explorando su propia historia desde un ángulo personal y reinventando el mito del ave fénix.
Por que si Nelly es el ave que resurge de sus cenizas, Johnny será la brasa viva que en todo momento acose a la mujer para de alguna manera conseguir el propósito final que tiene. En la historia de Nelly, Petzold ubica a su propio país, incapaz de asumir una correcta posición ante el regreso de aquellos que fueron injustamente sometidos a torturas y vejaciones, y ni hablar de los que no pudieron regresar. Si en Nelly se encarna la negación de la posibilidad de recuperación instantánea de la credibilidad ante aquellos crímenes de guerra a los que se sometió a gran parte de la humanidad, en Johnny está plasmado la falsa honestidad y la cristalización de una frase como “algo habrán hecho” tan cercana a nuestra idiosincrasia.
Petzold parte de la historia de su país, de un pasado oscuro, para universalizar la complicidad con la que la mayoría de la sociedad acompañó al régimen militar y los atropellos sobre las libertades y credos ajenos a este. Johnny amolda a Nelly a un ideal de ésta que termina deformando la mirada que la propia Nelly tiene sobre ella, y sólo cuando su plan termina, en una secuencia digna de ser colocada en los anales de la cinematografía, es cuando esa complicidad mencionada anteriormente se transforma en una culpa ancestral ineludible.
El director, como en cada una de sus obras, genera una narrativa con un tempo adecuado y que avanza progresivamente a fuerza de planos amplios y una esforzada puesta en escena, que en el caso de este filme, además le permite regodearse y jugar con el cine noir, posibilitando también, que no sea sólo vista la película por adeptos al revisionismo histórico, sino, principalmente, por el público en general. Impactante.