Atraco!

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

El robo interminable

Los cambios de registro dentro de una misma película, saltar de la comedia al policial sin solución de continuidad, de ahí pasar al drama trágico con ribetes historicistas, tal vez merezcan la atención de un director y de un guión capacitados para hacer que esos puentes que van de un género al otro se resuelvan con fluidez y homegeneidad narrativa. No es el caso de ¡Atraco!, donde los saltos generan la sensación en el espectador de estar viendo varias películas a la vez, pero lo curioso es que no es eso lo que hace de este film de Eduard Cortés una película fallida. Más bien hay en esta apuesta algo desbordada a pasear la historia de un par de atracadores que buscan quedarse con las joyas de Eva Perón por diversos géneros, un problema de resumen y de tiempos para trabajar cada subtrama. El inconveniente con lo complejo no es la complejidad en sí misma, sino cuando esa complejidad viene a enroscar algo que era bastante simple. ¡Atraco!, en pos de ese rulo constante puntuado por los géneros que va abordando, se estira, se hace un chicle y termina abrumando al espectador algo desorientado con sus múltiples finales y resoluciones que se tardan en llegar.
Hay que tener la habilidad de un Hitchcock en Frenesí para que la historia de un asesino serial pueda derivarse hacia la vida doméstica de un investigador, sin que el film se resienta y, por el contrario, adquiera nuevos niveles de lectura. Ese desborde también lo practicaba más acá en el tiempo David Fincher con Zodíaco, pero con la intención explícita del director de que esa narración extendida en el tiempo fuera un contrapunto exacto de lo que se veía en la pantalla. Con ¡Atraco! no se genera esto porque la sucesión de capas se va dando de manera demasiado estancada y los tiempos narrativos impiden que el que mira se acostumbre inconscientemente a esto que pasa. La coproducción hispano-argentina arranca como una buddy movie algo irritante en la que un guardaespaldas y un actor del montón son reclutados en Panamá para montar un robo en una joyería madrileña, con el fin de recuperar unas joyas que pertenecieron a Evita. Digo irritante porque hay que aguantar a Nicolás Cabré -en el rol del tonto de la pareja despareja- repitiendo los tics de la televisión. No pasa lo mismo con Guillermo Francella, a quien se lo nota bastante sólido y consiguiendo una presencia en pantalla que podemos adjudicar a sus cada vez más constantes apariciones cinematográficas. Francella juega una cuerda melancólica, ya vista en El secreto de sus ojos, que hace de su Merello un personaje bastante entrañable.
Hay que decir que el de la buddy movie, que es el segmento más extenso del film, tiene sus problemas, más allá de constituir el mejor pasaje de la película. Para que el juego al tonto y el listo funcione, se debe generar un universo donde esa dualidad no suene extemporánea. Si ¡Atraco! se hubiera conformado con su tono farsesco de la primera parte, seguramente uno creería que esas dos personas son las indicadas para el trabajo. Pero con la gravedad que va surgiendo, resulta muy difícil de sostener que especialmente el personaje de Cabré haya sido elegido para semejante tarea: o el actor construye un personaje que no es o el guión falla enteramente. También otro asunto complejo del subgénero es que en algún momento, invariablemente, el personaje menos dotado vivirá una instancia que lo modifique. Y tampoco eso está contado de manera coherente, adquiriendo el personaje características poco probables dada su tontería e ingenuidad extremas. Pero el mayor problema de ¡Atraco! llegará luego, cuando de la comedia policial se pase de manera abrupta al policial y al drama liso y llano, con dos policías que vienen a sumar conflictos y subtramas que no hacen más que derivar el asunto hacia el terreno de la complejidad. De lo cristalino pasamos a lo barroco, y desde ahí la película entra en una franca decadencia que la hace interminable.
Si hay algo que podemos destacar del film, es una cosa que le reprocho particularmente al cine nacional y que aquí se utiliza bastante acertadamente. Y es esa posibilidad de la ficción de jugar con la realidad histórica. ¡Atraco! se vale de un caso real para fantasear mucho. El modo en que las figuras de Perón, Eva Duarte, el generalísimo Franco y su esposa son utilizados por el guión, convirtiéndolos en sombras que se proyectan sobre los personajes sin que nunca lleguemos a hacerlos tangibles, es una forma inteligente de seguir bordando los mitos y la historia de los pueblos. Y esto va más allá de las ideologías, porque lo que se permite pensar ¡Atraco! es cómo la influencia de determinadas figuras influyen en los comportamientos sociales, haciéndolo desde un terreno fantástico y de cuento, casi fantasmagórico. Es por estos asuntos y por lo ya apuntado que ¡Atraco! no puede ser descartada como una mala película, aunque la gravedad que va ganando terreno y algunas escenas pésimamente resueltas sobre el final se empecinen en derribar todo lo bueno. Por suerte todo eso llega cuando la película, en verdad, ya no nos interesaba demasiado.