Asfixiados

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Poner un grupo de personajes en un barco, y en medio del mar, suele ser motivo de tensión. El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund, es un ejemplo reciente, aunque hay más y mejores (pregúntenle a Alfred Hitchcock, si no). Y si se trata de parejas en momentos cruciales de la vida, los conflictos están al caer. Así sucede en Asfixiados.

De un lado, Nacho (Leonardo Sbaraglia), un productor de cine y contenidos adicto al trabajo. Del otro, Lucía (Julieta Díaz), dueña de un restaurante elegante en Palermo. Ambos llevan más de veinte años de casados, son exitosos y son padres de una adolescente (Sofía Zaga Masri), una joven aspirante a escritora (ahí tenemos material para otro film). Pese a estar en proceso de cerrar un proyecto enorme y ambicioso, Nacho organiza un viaje en su velero junto a Lucía. Los acompañan Ramiro (Marco Antonio Caponi), arquitecto y amigo de Nacho, que trae a su novia, Cleo (Zoe Hochbaum). Aquellos primeros momentos de glamour y relax, donde el estatus es tema principal de conversación, evidencian un contraste claro: el matrimonio maduro, con sus vaivenes, y la parejita joven y liberal (mejor dicho, que se pretende liberal). Pero ese paraíso flotante esconde infiernos íntimos. Para empezar, Lucía tiene sus propios sueños, pero no se atreve a contárselos a Nacho, quien está desesperado por cerrar una serie porque será crucial para otros negocios paralelos. Una tormenta emocional que da pie a una de verdad.

La película se apoya en la difícil relación entre esos personajes (fundamentalmente, entre Nacho y Lucía) y con eso le alcanza para sostenerse desde el inicio y originar momentos cómicos y ásperos. Es decisivo el desempeño del cuarteto de protagonistas, aun cuando Sbaraglia está en un registro diferente. El barco es un personaje más, que comparte características con los humanos: es atractivo y lujoso, pero basta conocerlo por dentro para comprobar que ni siquiera cuenta con los recursos para soportar condiciones climáticas adversas. Muy curiosa es la intervención de Natalia Oreiro como ella misma. Durante buena parte del film, y mediante zoom, Nacho quiere convencerla de estelarizar la serie que prepara.

Con una impronta mediterránea, digna de las comedias dramáticas europeas (“Et Puntant”, de Charlez Aznavour, es la canción insignia del film), Asfixiados sale airosa por su elenco y funciona como sátira de la clase acomodada de esta parte del mundo.