Asalto a la casa de moneda

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

UN ASALTO A GUION ARMADO

Indudablemente España tiene una industria de cine asentadísima. Y tanto lo está que hasta se dan el lujo de construir productos como este Asalto a la Casa de Moneda, que es una película hablada en inglés, con estrellas de cine norteamericanas, con diseño de producción for export para vender en diversos mercados, pero empaquetado como cine español porque son los que ponen los morlacos aunque no haya una pizca identitaria que así lo defina. Incluso el título se da el lujo de jugar con una cita a La casa de papel, popularísima serie también española exportada por Netflix a los hogares de todo el planeta. Entonces hacemos una de robos como se debe hacer, con referencias que hacen de la intertextualidad algo únicamente español. El concepto está, el envase también, lo que falta es la película, pero eso no parece importar demasiado en este presente de productos cinematográficos que son cada vez más productos que cine.

En ese mundo de cine industrial español, que ha sabido transitar géneros bastardos con calidad y sentido de pertenencia, el nombre de Jaume Balagueró aparece como uno de los máximos referentes desde que se hizo popular con el film de terror REC. Por lo tanto, tenemos el oficio suficiente detrás de cámaras para conducir esta película de robos que a la manera de Misión: Imposible plantea un atraco inverosímil, con personajes que tienen el rostro de figuras confiables como Freddie Highmore, Liam Cunningham, Sam Riley, o Luis Tosar y José Coronado para poner el color local. Unos cazadores de tesoros encuentran unas monedas que se habían perdido en algún barco allá por el Siglo XV (o puede que otro siglo, no recuerdo), pero el gobierno español se apropia de las piezas y las esconden en la bóveda de la madrileña Casa de Moneda. Pero el cazador de tesoros es un hombre terco y, dispuesto a recuperarlas, organiza el tradicional equipo de diferentes que se complementan para montar el robo, mientras los planes se van desvirtuando al calor de los imprevistos.

Cualquiera que haya visto más de dos películas de robos sabe que habrá traiciones, salvadas de último momento, cambios de planes e inverosimilitudes varias. El problema del film de Balagueró no es que todo aparezca como un monumento al cliché, sino que todo se ve venir, se adivina; todo está planificado como un mapa que obligatoriamente debe pasar por cada estación, sin convicción alguna y solo por el hecho de tachar varios casilleros en la tradición de este tipo de relatos. Asalto a la Casa de Moneda funciona un rato, mientras se plantea la situación y se ponen en marcha los personajes. Pero progresivamente la película va perdiendo interés, por la falta de acción, por la linealidad de los personajes, por diálogos intrascendentes que buscan darle profundidad a los protagonistas, por la ausencia de la empatía necesaria como para que lo que ocurre en la pantalla nos importe un poco. A veces sucede en las industrias marginales a Hollywood que la recurrencia a géneros y subgéneros populares se hace por una cuestión de mercado antes que por convicción. Este es el caso.