Arreo

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

“Arreo” (Argentina, 2015), ópera prima de Tato Moreno, tuvo un estreno limitado en 2015 en San Rafael, Mendoza, en el que aproximadamente 2200 espectadores, pudieron conocer aquello que finalmente también se podrá ver en Buenos Aires.
“Arreo” es la historia, de aquellos, como en algún momento uno de los protagonistas lo dice, que hacen patria diariamente en tareas simples, ancestrales, y que, aparentemente, son olvidadas por el resto de las personas.
Esa es la idea principal de un documental que evita lugares comunes y que termina convirtiéndose en la crónica de un núcleo familiar (los Parada), que sobrevive y que realza la tarea del pastoreo trashumante, a pesar de los obstáculos e impedimentos que la misma tarea, y más en el lugar que la realizan, le impone.
Malargüe es el escenario, y la cordillera de Los Andes el marco, para construir una historia simple, contemplativa sobre aquellos que diariamente, y a pesar de todo, pueden seguir realizando una tarea que los humaniza y que los completa.
La cámara de Moreno se reposa, espera fija a que los hermanos y el ganado pasen, los deja irse, corta luego a otra situación. El afuera inmenso es reflejado por bellísimas imágenes compuestas como cuadros, con una impronta pictórica única en la que la inmensidad es mucho más que aquello en donde ellos no pueden acceder o ir para su tarea.
La soledad es uno de los temas presentes, porque en “Arreo” el trabajo que se hace sobre ella es mucho más eficiente, cuando la cámara mira y registra, que cuando los protagonistas participan a partir de diálogos espontáneos sobre la propia concepción que poseen sobre su tarea.
Animales, montañas, algunos hombres, todos van pasando por delante del lente y van construyendo el entramado de relaciones que circundan el pastoreo y la difícil tarea de vivir de él.
Moreno no juzga, presenta, acompaña, sensibiliza con su cámara al hostil espacio, aguarda la posibilidad, agazapado, de registrar un instante de estos hombres y mujeres que “hacen patria”, pero que también aman, sufren, cantan y se divierten.
“El trabajo del puestero, es amar más el camino” dice uno de ellos casi al finalizar el filme, para luego sumar la “humorada” a la misma indicando el difícil lugar que le tocó en la cadena de comercialización y también en la poca paga que reciben.
Y aun así, sabiendo de lo efímera y a la vez necesaria de su tarea, hay una impronta que impregna a la película de un aura diferente que nada tiene que ver con cualquier otro filme documental sobre la actividad ganadera.
Al contrario, en cada imagen que Moreno registra, en cada tema musical ubicado para reforzar alguna idea, en los silencios, en el encuadre, en la mirada que busca más allá de aquello que mira, justamente, hay una decisión política y artística clara por mantener cierto hermetismo de opinión sobre aquello que muestra.
Porque justamente la habilidad de un director, no es sólo filmar y luego editar, todo lo contrario, su principal virtud es la de poder mostrar un momento, trascenderlo, universalizarlo y luego, si es posible, terminar contando el relato más allá de las elecciones estilísticas con las que trabaje.
“Arreo” habla de personas y de tareas, de acompañamiento y de soledad, de vida y de muerte, de esfuerzo y de lucha, de un presente alejado y tan cercano a la vez, para poder construir un relato necesario para seguir comprendiendo la vida más allá de las fronteras impuestas y la General Paz.