Aquellos que desean mi muerte

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

FUEGO AMIGO

Guionista de Sin nada que perder y director de Viento salvaje, dos de las más atractivas películas del cine norteamericano de la última década, dos historias que juegan en algún sentido con la ética del western y sus criaturas, y que registran la actual América profunda como pocos autores lo han hecho, Taylor Sheridan parece haberse ganado bastante rápido una reputación. En las historias donde Sheridan tiene incumbencia (también es creador de la serie Yellowstone -y guionista de algunas películas que mejor no nombrar para no quebrar el hechizo-) lo que encontramos son personajes que se encuentran en los límites, que luchan contra sus demonios interiores mientras traban algún tipo de pacto con la geografía y la naturaleza. En su nueva película, Aquellos que desean mi muerte, el director y guionista parece haber tomado nota de todo esto que podríamos significar como rasgo autoral, pero se olvida de darle un subtexto, ese camino por el que sus historias suelen hallar múltiples capas, especialmente una mirada política.

Como ocurre habitualmente en las historias de Sheridan, la película está urdida a partir de subtramas que en determinado momento se cruzan. Por un lado personajes profesionales y éticos, y por el otro, personajes que operan como hechos azarosos que impactan en los demás y los llevan a tomar decisiones fundamentales. Aquí tenemos al hijo de un contador que es asesinado por dos sicarios y que huye por un bosque y a una mujer que trabaja como bombero y paracaidista socorriendo incendios forestales. La mujer atraviesa un trauma del pasado y la oportunidad de proteger a aquel niño será una forma de definir su crisis existencial. Sheridan dispone alrededor de estos dos personajes a otros varios, que tienen en el fondo la utilidad de distracción mientras se construyendo el relato central, el juego de gato y ratón entre los fugitivos y los sicarios.

Sheridan hace una maniobra inteligente, que es la de nunca profundizar demasiado en eso que los sicarios buscan proteger, va directo a la acción y demuestra en ese sentido un manejo excepcional para la puesta en escena de los tiroteos y para filmar la violencia sin el filtro de la corrección política que exuda el cine norteamericano actual. Hasta se podría decir que Aquellos que desean mi muerte es en sí una película de acción hecha y derecha (en los 90’s la podrían haber protagonizado Stallone o Schwarzenegger), pero a la que la ambición del director y guionista llevan por otros caminos: hay aquí algo sobre el destino y las decisiones personales que se va cocinando mientras un voraz incendio va elevando la tensión hacia el final. Esa última secuencia es verdaderamente espectacular, con el fuego tomando todo el bosque a su paso, aunque ese fuego lo que no puede ocultar son dos cosas: que más allá del genio del director para algunas secuencias, Aquellos que desean mi muerte no deja de ser un film demasiado convencional; y lo otro es que Angelina Jolie se mueve demasiado como una estrella y eso le resta verosímil a su personaje. Su presencia opera casi como un cortafuego, un elemento disruptivo que hace ruido dentro de una película que busca desesperadamente su costado humano entre tanta pericia técnica y formal.