Aquarius

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Clara (Sonia Braga) es una luchadora. Una mujer con temple de acero a la que le ha tocado vivir varias situaciones en su vida y estoica pudo seguir adelante sola o acompañada por algunos familiares, muy pocos, y sus hijos.
Cuando ya de grande se ve de alguna manera asediada por el joven director de un proyecto mobiliario del que ella no quiere saber nada, es cuando “Aquarius” (Brasil, 2016) de Kleber Mendoca Filho redobla su apuesta narrativa.
Nuevamente la ciudad como escenario de disputa. Un viejo edificio, el Aquarius, que da nombre al film, ha sido testigo de la vida de Clara, y por nada del mundo ella quiere cambiar su suerte por un capricho del avance y el progreso.
“Aquarius” se mete de lleno en las rutinas de esta mujer, una crítica musical que mantiene una relación muy particular con su departamento y con todo lo que dentro de él está (discos, libros, recuerdos, etc.), un templo del que no quiere desprenderse por caprichos ajenos
Pero claro está que no le será fácil, y el hábil guión desanda las infortunadas intervenciones del joven y sus secuaces que molestan diariamente a Clara para que ella baje la guardia finalmente y así decida vender el departamento en el que vive, el último habitado del complejo.
“Aquarius” dota a Clara del lugar de la resistencia, pero no por obligación, sino por convicción, porque a pesar que algunos de sus hijos le critican la idea de seguir viviendo allí, porque saben que en el fondo económicamente le puede ser redituable a ellos la venta, y que la empresa constructora continue embistiéndola, ella sabe que su lugar en el mundo es ese, frente al mar, rodeada de sus recuerdos y de su música.
Tanto el edificio como la ciudad son protagonistas del relato, al igual que la música, no sólo por el oficio que Clara lleva adelante y que le ha permitido, pese a que sus hijos no lo ven, mantener un nivel de vida óptimo y de una libertad que otra profesión no le hubiese permitido.
Diálogos frescos, únicos, además, permiten rápidamente ubicar la lucha de Clara en una posición en la que muchas personas a diario se encuentran batallando. No es casual que en una de las escenas cuando una joven periodista inexperta se acerca a Clara con un reportaje previamente armado no comprende el sentido de las palabras que le responde y termina por fastidiar a la mujer que con tan buena predisposición la ha recibido.
“Cuando ustedes quieren es Vintage, cuando ustedes quieren es viejo” dice una Clara enojada ante los reclamos de su hija frente a la negación por abandonar Aquarius en una de las escenas más tensas y a la vez más significativas de la narración, no sólo por el choque entre madre e hija, sino, principalmente, porque termina por construir el personaje protagónico de manera contundente.
Volviendo al tema de la música, eje y clave del relato, la selección permite reconstruir el pasado de Clara pero también su presente, con fantasmas que habitan su discoteca pero que sirve también de alimento para las nuevas generaciones (por ejemplo su sobrino y novia) que se acercan a ella no solo por su erudición sino por su formación.
“Aquarius” trasciende la anécdota para convertirse en uno de los discursos políticos más acabados de los últimos años. Un film que permite trasponer hacia otros territorios la lucha y búsqueda de una mujer por sus derechos y Sonia Braga brinda una de las actuaciones más logradas de su carrera, y se brinda al director, quien sabe también el apoyo y la solidez con la que la recordada actriz de “Doña Flor y sus dos maridos” o “Tieta do Agreste” iba a componer a Clara.
“Aquarius” es un film de visión imprescindible para comprender algunos de los atropellos que a diario sufren los ciudadanos en países en los que se dicen democráticos pero que esconden tras fachadas sus verdaderas intenciones. Gracias al cielo que ahí están artesanos como Mendoca Filho para develarnos todo.