Aquarius

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Emociones fuertes, film apasionante

Para su tercer largometraje, Kleber Mendonça Filho partió de dos revelaciones importantísimas. La primera, que Sonia Braga merecía volver al cine de Brasil con un rol inolvidable. La segunda, que el cine brasileño merecía una historia que pudiera provocar emociones fuertes. Mendonça Filho también supo que el punto de partida no necesitaba ser original: aquí una viuda vive, con su mucama, en un departamento de un edificio que una constructora quiere derribar. Ya compró todas demás unidades: falta la de esta señora. La viuda es Clara (Braga), crítica musical de familia tradicional de Recife, con una vitalidad refulgente, que puede provocar deslumbramiento y también incluso rechazo. El perfil de Clara como crítica musical es definitorio para algunas de sus características, y Kleber sabe de críticos.

En Aquarius los espacios y sus alrededores se definen con una habilidad de puesta en escena que deslumbra: los sonidos del afuera se integran de manera seductora, rica en variantes, como pasaba en el segundo largometraje del director, Sonidos vecinos (2012). El espacio de Recife se trabaja en comparación con Río y también en sus fronteras sociales, y marcarlas durante una caminata es uno de los tantos detalles destacables. La película respira porque sus personajes se mueven, es parte de su oxígeno diario. El film comienza con una fiesta de hace décadas, en la que se recuerda otro pasado anterior, el de la tía Lucía, un personaje del que podría surgir otro relato independiente. Y no suele pasar en el cine latinoamericano, pero Aquarius ofrece ejemplos brillantes de cómo poner en escena sexo de forma no melindrosa, y de cómo musicalizar con logros a la altura de las ambiciones.