Apuestas perversas

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

El mayor logro de "Apuestas Perversas" (USA, 2014) es el poder mantener, durante casi hora y media, el interés surgido por una situación, y desde allí, valga la redundancia, redoblar su apuesta hacia cada vez más el límite de la misma.
Dos amigos, Vince (Ethan Embry) y Craig (Pat Healy), cada uno con sus particularidades y problemas, se encuentran en un bar, de medianoche y por casualidad (hace cinco años que no se veían).
Comienzan a beber, trago y trago van profundizando un reencuentro que aparentemente no tiene nada de diferente a los millones de encuentros nocturnos casuales en cualquier bar de cualquier ciudad del mundo.
Pero habrá algo distinto, en el mismo bar de mala muerte, una pareja, Colin (David Koechner) y Violet (Sara Paxton), observan la situación a lo lejos y deciden involucrarse con los amigos invitándolos a un juego, que aparentemente, en principio, es una simple apuesta.
Que les doy 50 dólares si hacen esto, otros 100 por aquello, etc. Y en cada apuesta y desafío Colin va obteniendo información de ambos y a medida que avanza la noche decide ir redoblando la jugada y subir la vara, exponiéndolos a un juego en el que el límite y el freno solo será el que ellos mismos se coloquen.
Sobre este “límite” moral, físico, relacionado al dolor, es que E. L. Katz trabaja a lo largo del metraje de “Apuestas Perversas”, un filme que posee su principal virtud en lo episódico de la estructura que la construye y que incita a querer ver cómo continua el demencial y agobiante juego.
La ambición, el desenfreno, el placer generado por la potencia de cada una de las apuestas son el disparador principal de un filme que arrasa con los prejuicios de los protagonistas, cada uno con sus particularidades y cargas previas, que son las que justamente les permiten ir aceptando los desafíos, a pesar de la humillación que cada uno de ellos presente.
“Apuestas perversas” es un filme ágil que de a poco va armando un puzzle narrativo que tiene mucho de puesta teatral o del envío "Tiempo Final", en los que una situación era expuesta y llevada al límite para construir sentido dentro de la urgencia de la trama y problemática particular.
También la película recuerda mucho a el capítulo “El hombre de Hollywood” de “Four Rooms” (dirigido por Quentin Tarantino) con el deadline pendiendo de la cabeza de los protagonistas, aunque igualmente, más allá de las coincidencias en cuanto a temática y estructura, afirma su propia impronta y particularidad.
De la ingenuidad de un juego a la maquiavélica manipulación de los deseos frente a la necesidad y la impaciencia, la trama se ira complicando escena a escena, con la clara utilización del giro narrativo para construir nuevos conflictos que alimentan la historia sin dejar respiro a los actores y el espectador. Simple y Efectiva.