Ant-Man and The Wasp: Quantumanía

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Ant-Man and The Wasp: Quantomanía (Ant-Man and The Wasp: Quantomania, Estados Unidos, 2023) dirigida por Peyton Reed es una desastre de proporciones marvelianas. La película tiene una estructura particularmente deplorable. Empieza con una escena cómica que intenta aprovechar el talento de Paul Rudd para el humor sin conseguirlo y luego, en pocos minutos, pasa al Reino Cuántico, el lugar menos interesante que haya existido jamás, una especie de mundo de poster Pagsa con anabólicos en el cual transcurrirá toda la historia. Al final de la aventura llegará una escena cómica simétrica con la del comienzo y aún menos graciosa, lo que sorprende incluso a los que ya no teníamos más tolerancia a las eternas dos horas de película. Sí, hay dos escenas post créditos. Una de ellas parece una parodia de la propia película y su insufrible villano y la otra que nos confirma que el enorme universo cinematográfico y televisivo de Marvel intentará seguir por siempre. En ese momento uno quisiera que Greta Thunberg tuviera razón y que el planeta vaya en camino a su final, la idea de más películas de Marvel luego de ver Ant-Man and The Wasp: Quantomanía es una pesadilla intolerable.

Alejarse de la comedia, la ligereza y la aventura sencilla le hace mucho daño al que supo ser uno de los mejores personajes de Marvel. Alguien podría pensar que en realidad toda la solemnidad ridícula es una enorme broma y que todo es irónico. La estética infame no es un chiste y el villano aburrido y sin gracia alguna tampoco lo es. Sí, hay algunos alivios cómicos que, con toda la energía, podríamos decir que nos sacan una o dos leves sonrisas. Nada tiene lógica ni sentido, las mastodónticas batallas son un caos que insulta al lenguaje cinematográfico. Pensar que la película tiene a Paul Rudd, Evangelina Lilly, Michelle Pfeiffer, Michael Douglas y Bill Murray (al divino botón este último, para ser sinceros) y no puede hacernos pasar un buen rato lo resume todo. La locura de Marvel empieza a chocar con su propia megalomanía. El cine ha quedado atrás y ahora sólo se trata de arrastrar un cadáver a través de la Fase 5 del UCM con la esperanza de que algún día se llegue a la siguiente. Un proyecto infame.