Anónima: Una mujer en Berlín

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Recordarás con ira

Basada en un diario de una mujer violada por soldados rusos, es un filme atrapante.

Dentro de los terribles hechos que sucedieron en la Segunda Guerra Mundial, las violaciones a ciudadanas alemanas luego de la entrada del Ejército Rojo a Berlín, en abril de 1945, es uno de los menos difundidos. El relato de Anónima: una mujer en Berlín fue escrito en forma de diario personal por una de las víctimas y, cuando se lo publicó a fines de la década del ‘50, fue denostado en la misma Alemania. Su autora pidió que no se realizara ninguna reedición hasta su muerte. En 2002 Anónima se convirtió en bestseller. Un polémico bestseller.

“Era una de los muchos que creían con fervor en el país. ¿Dudas? Sólo los débiles las tienen”, escribía Anónima. Fue una de las 100.000 mujeres que, se estima, resultaron agredidas por las tropas que ingresaban a liberar la destrozada ciudad. Repetidamente violada, Anónima decidió que sería ella quien decidiera a quién le entregaría su cuerpo. “Sobreviviremos a esto, al precio que sea”, sentenció a otra mujer.

La película es, como resulta fácil imaginar, brutal. Anónima está ante una situación extrema, e intenta acomodarse a ella de la única manera que, siente, sufrirá menos. ¿Su decisión está reñida con la ética, o con la supervivencia? Mujer de un oficial alemán, del que no tiene noticias, es la única que habla un poco de ruso en el edificio en ruinas, pero eso no la salva de los vejámenes. ¿Qué es capaz de hacer un ser humano ante semejante encrucijada? El director Max Färberböck ( Aimée y Jaguar ) no ahorra crueldades, pero no se regocija en el salvajismo. La relación que Anónima traba -con un teniente, con un mayor- (“El amor tiene otra acepción ahora”) van más allá de la descripción. En los vínculos entre los vecinos, en la urdida connivencia con los rusos ocupantes está el foco, el centro del relato. Es una historia en la que las mujeres quedan shockeadas, donde la desprotección es moneda corriente.

Nina Hoss, la actriz de Triángulo y Yella , de Christian Petzold, atraviesa cada momento de la protagonista con el corazón en la mano. Es la gran médula de una película fortísima, un drama que difícilmente se disfrute, pero sí se siga con atención, porque atrapa.