Annabelle 3: Viene a Casa

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El relato posmoderno cinematográfico desarrollado en Hollywood propició la moda de remakes y secuelas, impactando notablemente en el consumo de tales propuestas fílmicas. No obstante, su puesta en práctica data de mucho tiempo antes. Multiplicado a la enésima potencia en el cine del nuevo milenio, resultó reiterativa y tendenciosa la falta de criterio bien entendido, ausente de decencia artística e ideas originales por la que Hollywood recicló mediante remakes, recetas probadas para cual película fuera posible, a la vez que saturó la cartelera de secuelas donde la reiteración le ganó terreno a la inventiva. Los espectadores se acostumbraron, casi como un mandato, a ver la cartelera repleta de remakes y secuelas donde la originalidad brillaba por su ausencia, y un círculo vicioso tendía a alimentar esa reiteración cada vez más monótona.

Este ejemplo puede verse también, aún con un dejo de fatalismo, como una especie de correspondencia entre la teoría contemporánea y las nuevas tecnologías mediáticas, porque han cambiado los procesos de lectura de un film. También lo son las malas secuelas. Cada vez que nos encontramos en cartelera con un ejemplar que renueva el género del terror, debemos tener en cuenta de que, quizás, estemos hablando de uno de los géneros más antiguos y prolíficos de la historia del cine. El terror ha brindado cuantiosos ejemplares que dan prueba de una vertiente temática que siempre consigue las formas y los modelos apropiados para reinventarse, aunque también es claro mencionar que la saturación al que el modelo genérico los ha llevado, producto de apresurar un cine de rápida consumición e inmediato efecto de taquilla.

Este enfoque propició ciertos modelos de género en Estados Unidos muy superfluos, anclados en el rápido impacto y la anodina repetición ante lo cual se visibiliza cierto agotamiento que pone en perspectiva el presente de los mismos, en comparativa, por ejemplo, con el cine de terror religioso que se propagara durante los años 70, gracias a ejemplares como “El Exorcista” (William Friedkin, 1973) o “La Profecía” (Richard Donner, 1975). Una época gloriosa en las antípodas de la mediocre actualidad; un presente al que el cine de James Wan intenta revitalizar.

Aquí, cobra vida por tercera ocasión el personaje de la diabólica muñeca Annabelle, y se proyecta como precuela de la película “El Conjuro”, que el director malayo dirigiera en 2013 y que tuviera su secuela dos años después. Su cine persigue ideas conceptuales muy claras: héroes perseguidos, atrapados en pesadillas suburbanas, capaces de generar en el espectador miedos sostenidos. Su cine ha pergeñado una serie de thrillers de acción masivos en su primera etapa (“Death Sentence”, “El Juego del Miedo”), para luego virar hacia un ejercicio audiovisual en donde priman malévolos muñecos y fantasmas espeluznantes (la saga “Insidous”).

En tal sentido, resulta apreciable el abordaje al cine de terror que realiza James Wan: recurre a artificios visuales marcas registrada que provocan el impacto preciso sobre nuestros miedos, como objetos que se mueven, fotografía oscurecida y sombras enrojecidas que develan malignas presencias. Es el sello artístico de un auténtico propulsor de franquicias creativas que cimentan su éxito en el horror extremo y un bizarro sentido del humor. En “Annabelle 3”, se retoma la historia creada por Wan, quien únicamente cumplirá labores de producción, quedando la dirección y el guión en manos de Gary Dauberman. Este nuevo capítulo de la saga vuelve a traernos la historia de los demonólogos Ed y Lorraine Warren, combatiendo los espíritus malignos que despierta la inquietante muñeca.

Las producciones de Wan se prueban como absolutamente rendidoras en términos comerciales y que ha proporcionado una cantidad inagotable de títulos a lo largo de la última década, no obstante, la ausencia de cierta decencia artística e ideas originales castiga este innecesario reciclaje de un personaje de éxito probado, que saturó la cartelera de Hollywood en los años recientes y que demuestra que la reiteración le ganó terreno a la inventiva.