Annabelle 2

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No sólo la muñeca es de madera
En verdad es una precuela y no una secuela, y cuenta el origen del juguete poseído.
¿Qué sería del género de terror si los personajes no hicieran -siempre- aquello que se les dice que no deben hacer?

Annabelle 2 no sólo es ejemplo de ello, sino que reitera algo que había sucedido en su antecesora estrenada en 2014. Si aquella primera era un despropósito y se alejaba mucho de El conjuro, la película que la originó, ya que Annabelle era un spin-off casi inmediato del filme de James Wan de 2013, esta Annabelle 2 suma efectismo y resta credibilidad al resto.

Porque en definitiva estos spin-offs no le suman al universo de El conjuro otra cosa que dinero por la venta de entradas, pero qué mal le hacen al conjunto…

En realidad Annabelle 2: la creación sería un Anabelle -1, ya que es una precuela de Annabelle. En los ’50, Samuel Mullins (el australiano Anthony LaPaglia, envejecido y regordete) fabrica muñecas artesanales. Vive con su esposa Esther (otra australiana, Miranda Otto, Eowyn en El Señor de los anillos) y su hija Bee en una semi mansión alejada de todo, a la que se llega por un camino de tierra. Hubo un accidente en la ruta y Bee ya no está más con sus padres.

Esther también habría sufrido otro accidente, porque Samuel la tiene encerrada en su habitación de la planta baja. Al lugar llegan unas huérfanas y una monja. ¿Por qué? No tienen dónde ir y se alojan allí...

Dos de las huerfanitas son chicas, son rubias, son preciosas y amigas. Son Linda, tímida, y Janice, que no camina bien porque tuvo polio.

La muñeca Annabelle era el centro de las investigaciones paranormales de Ed y Lorraine Warren en El conjuro. Así que saber, conocer su origen puede despertar curiosidad.

Y la curiosidad es lo que origina el desbande que plantea esta película. La cantidad de incongruencias en el guión, al margen de que la trama sea fantasiosa, atenta no ya con lo verosímil o mínimamente aceptable, sino con la atención del espectador.

El director David F. Sandberg (Cuando las luces se apagan… y no se enciende nada ingenioso) no le da nada al filme que no tiene pies ni cabeza. Y a Sam, al final de cuentas, todo lo que le pase lo tiene merecido por lo feo que le salió la muñeca.

Lo único a favor es que Annabelle 2 cierra con Annabelle, sin dejar espacio para otra historia entre las dos.

Pero si con una muñeca de madera, se hicieron ya dos películas de madera… Nunca se sabe.