Animales nocturnos

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Máscaras en la galería

Más de diez años transcurrieron desde la muerte del escritor y docente Austin Wright para que el cine y la crítica literaria recuperen la novela clave del académico, Tres Noches (Tony and Susan), publicada en 1993; una extraordinaria crítica lapidaria de la decadencia de la clase media alta norteamericana y de los cambios en los roles del hombre y de la mujer en la época moderna.

La adaptación cinematográfica de esta gran novela estuvo a cargo de Tom Ford (A Single Man, 2009), un eminente diseñador de moda devenido en productor, guionista y director, cuya primer película también fue una adaptación de una conocida novela, A Single Man, del escritor británico Christopher Isherwood, publicada en 1964.

Animales Nocturnos (Nocturnal Animals, 2016) enfrenta al público con un comienzo transgresor en medio de la inauguración de una muestra y performance en una galería de arte moderno que busca perturbar a unos espectadores acostumbrados al consumo de arte perturbador y kitsch como formas de expresión que buscan sobresaltar y sacudir la pasividad de las multitudes abúlicas o acostumbradas a la provocación como forma de expresión.

La trama comienza con la sorpresa de Susan (Amy Adams) al recibir el borrador de la primera novela de su ex esposo, Edward (Jake Gyllenhaal), un docente que ha dedicado toda su vida a perfeccionar su estilo literario. Tras la partida de su esposo en un aparente viaje de negocios, Susan se aventura apasionadamente en el texto de Animales Nocturnos y la historia es absorbida por el relato de los animales nocturnos, una novela sobre una familia de clase media abordada violentamente por una pandilla de lumpenes en una carretera perdida de Texas cuando viajan a su casa de veraneo para las vacaciones.

La novela de Edward de convierte para Susan tanto en una indagación del tiempo perdido en medio de una crisis de identidad como en un cuestionamiento de sus valores y los resultados de sus elecciones y una introspección producto de la absoluta inmersión en la historia de Animales Nocturnos.

El film de Ford trabaja cada imagen como una pieza de un rompecabezas; va construyendo su historia a través de retazos que van surgiendo en medio del caos siguiendo la estructura de la novela de Wright. Con mucho detallismo y poniendo el énfasis en la creación de climas, Animales Nocturnos crea vestuarios, juega con la tecnofilia y disecciona la violencia social pero principalmente intenta ver a las personas como son. En este sentido, Amy Adams y Jake Gyllenhaal realizan un trabajo extraordinario en una película de primeros planos en la que los gestos son aún más importantes que los discursos. Los personajes secundarios aportan un contraste necesario sacando a los protagonistas de su idilio y arrastrándolos hacía la cruda realidad que vislumbran pero que no quieren afrontar.

Mientras los personajes de la novela del ex esposo de Susan pierden absolutamente el control y la sed de venganza consume todo contrato social civilizatorio, ella va tomando consciencia de que su cinismo se ha convertido en tristeza y de que se parece cada vez más a su conservadora madre.

Animales Nocturnos traslada la historia de la novela de principios de los noventa a la actualidad, sin demasiados cambios, para analizar las transformaciones en el rol del hombre y de la mujer en nuestra época como personajes afligidos y débiles incapaces de enfrentar el sinsentido de la vida moderna. Repitiendo los mismos errores de los padres en un eterno retorno desesperado, los protagonistas se debaten entre el bien y el mal, la venganza, el hedonismo, el miedo al fracaso, la búsqueda de seguridad en lugar de la apuesta por lo riesgoso y la imposibilidad de ver al otro tal cual es en un mundo donde las máscaras que creamos toman inevitablemente el control de nuestra vida.